Érase un hombre de risa constante,
érase una boca toda de dientes,
era una sonrisa sobresaliente,
felicidad cálida y deslumbrante.
Era una cueva y mina de diamantes,
era teclado de piano excelente,
era camino cubierto de nieve,
era promesa de vida agradable.
Era de mármol aquella escalera,
era del astro sol mil y un rayos
reflejándose en la mar serena.
Era mueca de rubor y descaro,
de tanta gratitud y cosas buenas
que alumbraba en la noche
más que un faro.