martes, 23 de diciembre de 2014

Hagamos vida


Qué es este acelere.

Qué es esta movida.

¿Por qué tanto hacer cosas

que luego se olvidan,

se rompen, se mueren

y a nadie le importa?

Señores, por favor, despierten.

Aquí tienen una torta,

un aviso o sacudida,

un enorme cubo de agua fría;

Pero, por favor, despierten

y dejen ya de hacer cosas...

Señores: Hagamos vida.



lunes, 15 de diciembre de 2014

Sobrevolando el infierno - Capítulo XV: Lo siento muchísimo

     Bennu abrió los ojos y vio la luz. Vio el suelo y las paredes blancas. Vio las nubes de humo. Vio la silla en la que estaba sentada.
     Abrió los ojos y vio cosas que no había visto nunca. Se vio a sí misma a la vez que veía a través de sus propios ojos. Vio un lugar tranquilo que no inspiraba tranquilidad. Vio su presente y su pasado. Vio trazos de sus posibles futuros ya descartados. Lo vio todo y cerró los ojos para no ver nada.
     “¿Qué hago aquí?” Se preguntó angustiada y con ganas de llorar.
     - Una buena pregunta para comenzar, mamá. -Dijo una voz detrás de ella.
     Bennu abrió los ojos de golpe y se dio la vuelta al reconocer la voz. Un chico alto, de pelo moreno, piel pálida y ojos castaños muy claros con mirada curiosa la miraba al otro lado de una sala a la vez pequeña e infinita.
     - ¡Mateo! -gritó Bennu con alegría y casi desesperación.
     Se levantó rápidamente, echó a correr y se abalanzó sobre él con intención de abrazarlo. Cerró los ojos instintivamente por la emoción y, cuando ya creía haber rodeado a su hijo por completo, volvió a abrirlos al no notar nada entre sus brazos. Mateo había desaparecido.
     - Lo siento mamá... pero ya no se nos permite tocarnos. -Volvió a decir su hijo tras ella.
     Bennu se volvió a dar la vuelta y lo vio en el lugar que había ocupado su silla. Ahora había dos, una frente a otra, y Mateo se disponía a sentarse en una. Bennu, apenada, tomó asiento en la otra.
     - ¿Qué sentido tiene que esté en este lugar tan extraño si ni siquiera puedo abrazarte? -Susurró casi sin voz- ¿Acaso yo también he muerto?
     - No... simplemente quería pedirte perdón. -Dijo Mateo agachando la cabeza.- Lo siento... lo siento muchísimo.
     - No. -Dijo Bennu con los ojos brillantes- Soy yo quien lo siente... debí pasar más tiempo contigo... prácticamente te dejé solo...
     - Si, eso es cierto. Pero yo me comporté como un imbécil. Nunca tendría que haberme marchado de nuevo.
     - ¿De nuevo? -Preguntó Bennu intrigada.
     - Si. Cuando me marché el viernes dormí fuera de casa, pero volví al día siguiente. Al entrar sigilosamente en casa dispuesto a hacer las paces te oí hablando por teléfono con la policía en la cocina y me enfadé... y me marché de nuevo.
     - ¿Te enfadaste? ¿Por qué? -Dijo Bennu al borde de las lágrimas.
     - Me sentía un poco como si me tratases igual que un niño. Al fin y al cabo, en el fondo, nuestras discusiones iban siempre de eso.
     - Eso no es cierto, cariño. A mí lo único que me preocupaba era que anduvieses con toda esa gente que me parecía peligrosa.
     - Si, a eso me refiero mamá. Tú nunca me explicaste las razones de por qué te parecieran peligrosos, ni por qué no te gustaba que volviese solo de noche, ni por qué no querías que fuese a ciertos sitios ni que hiciese ciertas cosas. Nunca me diste razones, sólo me decías que lo hiciera. Me lo ordenabas. A mis ojos simplemente me tratabas como un niño y me cortabas las alas.
     - Si, en eso supongo que tienes razón. Nunca pensé en que pudieras tomártelo así. Lo siento, hijo. Es difícil actuar como una madre cuando nadie te ha enseñado a serlo. Lo siento y lo sentiré toda mi vida. Nunca podré perdonarme el haberte perdido... -dijo Bennu mientras su voz se apagaba progresivamente y las lágrimas inundaban sus mejillas.
     - Mamá... -Dijo Mateo alargando la mano instintivamente en su dirección.
     Cuando se dio cuenta y recordó que no podía intentar tocarla, retiró la mano y agachó la cabeza de nuevo cerrando los ojos. Si ya le dolía haberle hecho tanto daño a su madre al abandonarla, más le dolía aún que le pidiese perdón en esas condiciones cuando la culpa era sólo suya. Había sido un imbécil. Se había pasado sus últimos años de vida preocupándose por que le tratasen como el adulto que quería ser y, al hacerlo, había reaccionado de forma infantil e inmadura absolutamente en todo. Menuda paradoja. Había actuado como un niño pequeño que pone cara de seria determinación mientras les pide a sus padres algo que considera importante y después se pone a llorar, patalear y romper cosas cuando no consigue lo que quería.
     Había soñado el mundo, había sido rechazado por su entorno, había tratado de vivirlo todo a su manera cuando le negaron vivir como los demás. Había tratado de tocar el cielo... su cielo. Pero se dio cuenta demasiado tarde de que, a veces, cuando tratamos de tocar el cielo, nos olvidamos de mantener igualmente los pies en la tierra.
     Por tratar de buscar su camino rechazando la ayuda de los que más le querían, se perdió solo en la oscuridad. Le hacía daño a su madre, se hacía daño a si mismo... pero no quería darse cuenta. Se sentía solo y abandonado. Un simple huérfano desprotegido. Un joven inteligente y demasiado bueno... destinado al rechazo. Sintió la necesidad de buscar su sitio en el mundo y creyó encontrarlo. Pero nunca nada es lo que parece.
     - Mamá... -volvió a susurrar, pero esta vez sin ademán de tocarla.
     Bennu alzó la cabeza y le miró con preocupación. En sus ojos aún brillaban la desesperación, el dolor y la pena.
     - Mamá. -Repitió Mateo tragando saliva- Estoy seguro de que no te parecerá bien y que tardarás en comprenderlo, pero necesito que me prometas algo...
     - Claro. Por supuesto que sí. Dime qué quieres. -Dijo ella a toda prisa sin pensar.
     - Necesito que me prometas que nunca más volverás a sentirte culpable, que no te atormentarás más y que mirarás siempre hacia el futuro con ilusión y con la determinación que siempre admiré de ti. Yo soy y siempre seré el único culpable. Fui yo quién se equivocó y he sido yo quien ha pagado las consecuencias. Por favor, no cargues tú con todo...
     Bennu se quedó pensativa, se secó las lágrimas de los ojos y la cara y dijo:
     - Puedo prometerte que seguiré adelante, puedo prometerte que no me atormentaré ni me vendré abajo, incluso puedo prometerte que no sentiré que soy la única culpable. Pero no voy a poder dejar de sentirlo...
     - Pero...
     - No. Déjame terminar. -Le cortó Bennu- No me culparé, pero tampoco podré dejar de sentir haberte sobreprotegido por miedo y, a la vez, haber dejado que te sintieses tan sólo. Además, no es justo que cargues tú con toda la culpa. Ambos hemos sido partícipes y culpables de esta desgracia. No me vendré abajo, pero no me pidas que lo olvide...
     - Mamá... -dijo Mateo con una sonrisa asomando en la comisura de sus labios- ¿por qué siempre que te pones seria acabas hablando como un político melodramático?
     - ¿Cómo un...qué? -preguntó Bennu desconcertada de repente.
     - Es igual. El caso es que la promesa me vale...y me alegro de haberte visto. Espero que no te duela mucho la cabeza hoy, entre la borrachera que llevabas y el golpe que te has metido... -añadió él tratando de no reírse mientras se levantaba de la silla.
     - Espera, ¿dónde vas? –inquirió ella al darse cuenta de que se marchaba.
     - A un sitio al que espero que tardes mucho en ir. –contestó el chico volviendo la cabeza hacia ella- Buenas noches, mamá. O buenos días...
     Y tras esta última despedida, su niño -quien tras su muerte acababa de  demostrar no ser tan niño- desapareció entre la densa niebla de la misma forma tan extraña en que había aparecido. Bennu, por su parte, se quedó mirando con melancolía a un punto fijo de la pared hasta que empezó a entrarle sueño y comenzó a cerrar los ojos... Pero no quería dormirse.
     Sacudió la cabeza y abrió los párpados, pero la habitación estaba oscura. Ya no estaba sentada en una silla, sino tumbada en una cama...una cama que no era suya, en una habitación que no era la suya, con un pijama que no era el suyo y rodeada de cosas que no eran suyas.
     De repente se abrió una puerta.

     - Oh vaya... ¿ya has despertado, dormilona? -dijo Li con dos tazas de café enormes en las manos- ya era hora, has dormido desde ayer casi... ¡unas veinte horas!


miércoles, 24 de septiembre de 2014

La tejedora de historias: El vuelo de los Ledas.


Vivía una tejedora 
dedicada a su pasión: 
tejía días y horas 
sin descanso o dilación. 
Cada retal era una historia, 
cada hilo una canción 
que unía sin demora 
las tramas de la acción. 
Todas aquellas historias 
salían de su corazón; 
y le preguntaba, observadora, 
su hija con emoción: 
- ¿Qué cuento, qué memoria 
tejes madre en esta ocasión? 
- "El vuelo de los Ledas" toca ahora, 
escucha con atención.


            "Sucedió una vez en Seteh un gran levantamiento de rebelión que no era el primero ni sería el último, pero que vio nacer una leyenda inmortal que de seguro pervivirá hasta el final de nuestro tiempo; esto es, si nadie la verifica o desmiente con éxito en algún momento de nuestra historia.
            Se dice que una gran agente, de nombre o apellido Leda, pereció en aquella revuelta dejando a cuatro criaturas solas en este mundo. Se dice también que la Capitana de la época estaba enamorada de ella en secreto y, en su dolor por la pérdida, adoptó a los mellizos sin tardar: dos niñas, Kassia y Hesper; y dos niños, Karsten y Panos. Los cuatro de la misma edad, los cuatro con el mismo pasado, los cuatro con el mismo destino.
            Los días pasaron y las noches también, y los que fueran bebés un día crecieron a la vez. Juntos, inseparables, fuertes y audaces. Persistentes en su empeño y, siguiendo un sueño, llegarían a ser grandes agentes como su madre antes que ellos.
            Se dice que los cuatro se separaron y emparejaron en el trabajo: ingresando Kassia y Hesper en el Departamento de Misiones Especiales, mientras que Karsten y Panos lo hicieran quizá en el Departamento de Investigación Científico-analítica. Se dice que fingieron que sus caminos se separaban ligeramente, que los cuatro se dedicaban a sus especialidades con empeño y que nada fuera de lo común o rutinario parecía poder llegar a pasar.
Pero llevaban dentro un río de sangre que ardía con mil rayos de Pronto y su entrenamiento había sido excelente y unitario desde la cuna. Habían nacido y crecido con la fuerza y el poder de un todo: cuatro mentes percibiendo cuatro mundos, pero pensando al unísono como una sola. Una voluntad férrea e indivisible que les llevaría a volar hasta lo más alto... entre las sombras.
Y la Capitana lo sabía.
La rebelión de Seteh había estado dormida, recuperando fuerzas, durante casi veinte años. Aquel golpe que había acabado con Leda, había sido sofocado de inmediato pero nunca aplacado, pues nunca es posible domesticar del todo a una bestia encarcelada y sedienta de odio cuando conoció una vez la libertad. La situación era tensa y delicada, pues si no hacían nada seguirían reuniendo fuerzas y si hacían algo la guerra volvería a estallar. El conflicto directo parecía inevitable.
Pero no lo fue.
Valiéndose de las amplias capacidades de los cuatro jóvenes, la Capitana tomó una decisión arriesgada, secreta y unilateral de la que –estoy segura- deseaba no tener que arrepentirse nunca. Una pequeña delegación secreta, tan sólo compuesta por ellos cuatro, fue enviada al Continente Maldito desde el norte, dando casi toda la vuelta al globo para afrontar Seteh desde el sur. Separándose en parejas, bordearon las Garras de Eris con cuidado de no quedar atrapados y desembarcaron en la desembocadura de los ríos Phobos y Deimos en mitad de la noche.
Se dice que fueron ellos en ese momento los primeros en llevar a cabo la maniobra acuática que los agentes aún conocen como “Cygnus”, el viaje por el agua. Karsten y Kassia se introdujeron en las aguas de Phobos y Panos y Hesper lo hicieron en Deimos, o quizá fuese al revés. Equipados con respiradores, ascendieron río arriba buceando, hasta alcanzar la mismísima entrada a los Montes Lágrima dos días después.
Se dice que atacaron en silencio, como serpientes deslizándose en la noche, indujeron un profundo sueño en los guardas con sedantes y, como las alas de la muerte, descendieron sobre todos los líderes y segundos al mando de la rebelión. Cuando los centinelas despertaron a la mañana siguiente, el único vestigio de su presencia fueron una treintena de cabezas cortadas y expuestas en lo alto de la colina más cercana, formando entre ellas una sola palabra: Avisados.
Sobra decir que los malditos tardaron más de cien años en intentar una nueva insurrección, tal fue su miedo a semejante muerte silenciosa y certera. La última batalla de la guerra habría sido ganada antes de haber comenzado, gracias a cuatro agentes sin rostro hoy perdidos en el tiempo.
Algunos dudan si esto pasó de verdad o si los Ledas siquiera existieron. Otros afirman que es cierto y que ese fue su primer trabajo, pero no el único. Otros van más allá y perjuran saber que la tradición continuó, que el espíritu de los Ledas permaneció vivo en nuevas generaciones de agentes: dos varones y dos hembras, de la misma edad y grandes capacidades, entrenados en su máximo potencial y con una relación muy estrecha entre ellos; tan sólo siendo conscientes de su existencia los propios agentes y los Capitanes bajo cuyas únicas órdenes sirven en el más absoluto secreto...
            Es verdad que muchos nombres se han ocultado y otros se han olvidado o se olvidarán, es verdad que la historia podría no ser del todo cierta,... pero la esencia de leyenda aún perdura susurrante entre las paredes de Nubes Retis, generación tras generación, con la dulce promesa de poder llegar a ser parte de algo más grande que uno mismo; como un excitante secreto a voces con el que todos sueñan aunque, cuando llegua la hora de alzar la voz, nadie admita creerlo cierto."

sábado, 9 de agosto de 2014

La mariposa y la rosa

Y vuela la mariposa, nunca deja de volar
con sus alas color rosa que a la rosa hieren al pasar.

Y mira las flores y se posa.
Pasa sus patas finas por pétalos y hojas
e imagina en la tierna florecilla un paraíso a morar.

Y vuela la mariposa, nunca deja de volar
con sus alas color rosa que a la rosa hieren al pasar.

Y liba la mariposa, nunca deja de libar
cogiendo el pólen de la rosa,
cosa hermosa, néctar de libertad.

Y vuela la mariposa, nunca deja de volar
con sus alas color rosa que a la rosa hieren al pasar.

Y piensa la mariposa que es poca cosa
lo que consigue sacar; que estando quieta la rosa,
sin hacer otra cosa, algo más le podría dar.

Y vuela la mariposa, nunca deja de volar
con sus alas color rosa que a la rosa hieren al pasar.

Y piensa la rosa que es muy fácil volar,
de flor en flor, de hoja en hoja y recoger sin más,
no estando atada al suelo sin poder caminar.

Y vuela la mariposa, nunca deja de volar
con sus alas color rosa que a la rosa hieren al pasar.

Y quién tiene la razón, tú no lo sabrás,
pues no es cuestión tanto de errores
como de culpar a los demás.

Y volará la mariposa y observará la rosa,
cada una viviendo en su lugar.
Las dos distintas, las dos solas,
en un baile sin final.



viernes, 11 de julio de 2014

De la Tierra a Erlia... un viaje por comenzar.

De la Tierra a Erlia:
un viaje por comenzar;
y acudirán viajeros
de cualquier lugar.
¿Quién ve la puerta,
quién la encontrará?
¿Quién pasa primero,
quién pasa detrás?
¿Quién posee la luz
que aleja todo mal?
En tierra sin luna,
navega sobre el mar
la mayor estrella
de brillo sin igual.
Pero es tenebrosa
la oscuridad
y si la llama vacila...
se apagará.
¿Quién puede venir,
quién la salvará?
De cerca, de lejos,
de cualquier lugar,
acuden algunos viajeros
en un viaje por comenzar.


"Si a tu corazón llamas
y un grito de libertad responde,
podrás al fin buscar la verdad
de la luz que se esconde
de ambiciones y lujurias,
en los lugares dónde
los tres ojos de una madre
observan sin cesar el horizonte,
desde un pasado remoto
a los pies de un monte
hasta que el mundo acabe."


¿Descubrirás tú, viajero, la puerta?



lunes, 30 de junio de 2014

La tejedora de historias: La princesa y el erlino.


Vivía una tejedora 
dedicada a su pasión: 
tejía días y horas 
sin descanso o dilación. 
Cada retal era una historia, 
cada hilo una canción 
que unía sin demora 
las tramas de la acción. 
Todas aquellas historias 
salían de su corazón; 
y le preguntaba, observadora, 
su hija con emoción: 
- ¿Qué cuento, qué memoria 
tejes madre en esta ocasión? 
- "La princesa y el erlino" toca ahora, 
escucha con atención.

            Esta historia ocurrió hace mucho tiempo, en el sur de las seis Terrae, en algún lugar de la que hoy es la próspera Terra Ager, tierra de cereales en las grandes llanuras, de vides en las colinas, de frutales en húmedas praderas y miles de artesanos en cada esquina de Nubes Agri, el mayor mercado del mundo.
            En uno de aquellos campos tenía la fortuna de trabajar un joven erlino muy apuesto, laborioso, inteligente y soñador al que la suerte parecía no haberle sonreído en la vida, pues ocupaba una posición social algo baja, empeorada por el hecho de ser joven varón, soltero y huérfano de madre. Aun así, su espíritu inquieto y su curiosidad por el porvenir le mantenían alegre, risueño y hambriento de aventuras, amor y emoción, a pesar de vivir en una época en la que el mundo parecía no guardar un sitio para él.
            Muchas eran las jóvenes –y no tan jóvenes- erlinas que trataron de conquistarle, pues a pesar de su condición el muchacho era muy agradable tanto a la vista como en el trato. Sin embargo, él soñaba con algo más que los halagos amables y cortejos corteses cuyas atenciones parecían soplar en su dirección; él soñaba con miradas robadas de fuego, con correr entre los campos de maíz, con aprender a volar con los pies en el suelo, con besos de papel y tinta, con atrapar las estrellas con una red en el río, con cantar las canciones de los bosques y que la idea de una despedida arrancase el aliento de su pulmón...

            Ocurrió que, por aquél tiempo, los erlinos volvimos a centrar nuestras miradas en otros mundos, observando nuevamente todo aquello que llevábamos milenios observando, renovando las promesas de paz con aquellos pueblos con los que estábamos en paz y manteniéndonos aún más alejados y ocultos de aquellos que nos deseaban algún mal.
            Uno de estos mundos, con el cual mantuvimos una buena relación durante siglos, es al que nosotros llamamos Gea, en la órbita de Helios, habitado por humanos que aún hoy llaman al planeta Tierra y a la estrella Sol. Este planeta supuso una diferencia frente a los demás: Su gente aún estaba demasiado atrasada con respecto a nosotros, hasta el punto de no formar una sociedad unificada o generalizada ni haber llegado todos ellos a conocer ni la mitad de las tierras que les rodeaban.
            Además, una de sus más grandes civilizaciones del momento, la asentada en La Tierra entre Ríos, acababa de sufrir una gran inundación catastrófica en su territorio –a la que denominarían El Gran Diluvio- y que arrasó todo aquello que habían construido y lo ahogó en sus aguas.
            Una vez amainadas las lluvias, los supervivientes se asentaron de nuevo en el centro del valle y erigieron una nueva ciudad a la que llamaron Kish, desde la cual su gobernante, el rey, administraría sus dominios. Fue entonces que los emisarios erlinos le hicieron llegar al rey nuestro mensaje de paz junto con nuestra admiración hacia su raza, por su capacidad de pervivencia y superación frente a la adversidad.
            Por esta razón, nuestros gobernantes propusieron a aquellos humanos la posibilidad de que una princesa humana visitase nuestro mundo, para afianzar las relaciones diplomáticas entre ambas razas. Los humanos insistían en que debía ser un príncipe, pues su sociedad era patriarcal, pero las jerarquías matriarcales de Erlia estaban aún muy afianzadas. Finalmente, el rey permitió a su única hija marchar, con la esperanza de que algún gobernante erlino la tomase por esposa y así unir sus pueblos.
            Pero quiso el azar que, a su paso por Terra Ager, la princesa conociese a nuestro apuesto joven erlino por casualidad y ambos se enamorasen irremediablemente, como si aquél destino hubiese estado escrito en las estrellas. Muchos intentaron separarlos. Muchos intentaron disuadirlos. Muchos intentaron herirlos y difamarlos. Pero a pesar de todo, el rey de Kish no creía deber anteponerse o enfrentarse a un erlino y los erlinos, por su ley, no podían anteponerse o enfrentarse abiertamente a la elección libre y consciente de una mujer.
            A pesar de todas las dificultades, las dudas y los miedos, la princesa y el erlino decidieron unirse en casamiento y se dice que él, tomando las manos de ella, las posó sobre su corazón y, mirándola a los ojos, le dijo: “Aunque nuestros actos nos cuesten la vida, siempre fuimos y seremos uno”. En ese momento sellando su amor con un beso, un rayo de Pronto les iluminó y sus esencias se entremezclaron: Sus ojos se volvieron de una tonalidad intermedia entre la de ambos, la piel de él adquirió la capacidad de aclararse y oscurecerse según la exposición a la luz y ella desarrolló la capacidad cerebral superior de un erlino.
            Todos ellos, erlinos y humanos, interpretaron esto como un designio divino: los erlinos como una señal de Alma y los humanos como una bendición nuestra, pues nos consideraban cercanos a sus dioses. La princesa y el erlino vivieron felices el resto de sus días en Gea y, según cuentan, uno de sus hijos acabaría gobernando.



sábado, 21 de junio de 2014

"La Maldición del mundo muerto (Libro I): Estrellas"





"En algún lugar desconocido, una joven pelirroja atesora un colgante con una estrella que emite un brillo de color azulado. En Nubes Sapientiae, la principal y mayor escuela de un avanzado planeta llamado Erlia, un alienígena humano -que desconoce sus orígenes- es convocado por el misterioso Ermitaño. Y en la hermosa Playa de las Catedrales del norte de Galicia, una joven bastante particular pasa sus ratos libres disfrutando de la brisa del mar.

Será en este momento de sus vidas cuando pequeños cambios insignificantes desembocarán en acontecimientos que tan sólo unos pocos afortunados podrían llegar a profetizar… para bien o para mal. Con la ayuda de unos, la desaparición de otros y una red de misterios y secretos en la que nadie parece resultar quien dice ser, aquellos que poseen lo que no deben intentarán conseguir más; aquellos que quieren recuperar lo que es suyo se prepararán para actuar; y aquellos que vivían ajenos a sus posibilidades y destinos comenzarán a descubrir que su mundo es aún más enrevesado de lo que jamás habrían soñado."


Fecha de lanzamiento: Mayo de 2014

Tipo: Fantasía

P.V.P. libro: 16€ 

P.V.P. ebook: 4€



ENLACES PATROCINADOS: www.edicionesalbores.com


sábado, 31 de mayo de 2014

Sobrevolando el infierno - Capítulo XIV: ¿Quién eres?

     La silla chocó contra la pared de la cocina, tirando el reloj al suelo. El respaldo cayó encima del reloj mientras que las patas se rompieron y salieron por los aires: una contra la puerta, otra junto a la nevera y dos encima de la mesa, sobre los restos del desayuno. Varios vasos y platos rotos cubrían ya la encimera de toda la cocina, las ollas estaban volcadas por los suelos, los armarios abiertos y las otras tres sillas igualmente rotas.
     Bennu ya no tenía mucho más que romper allí. Cogió el cuchillo más grande que encontró y se dirigió hacia la puerta, tan sólo parándose a mitad de camino para clavar el cubierto con rabia en el cristal del microondas. Abrió la puerta de un tirón, estampándola contra la pared a la vez que profería un grito, y se dirigió al salón en busca de más cosas que destrozar sin piedad.
     Ya hacía más de una hora que había echado a Javi de su casa un poco de malos modos y sin ganas ningunas de volver a saber nada de él ni de la policía en mucho tiempo. ¿A quién se le ocurría permitir que robasen un cadáver? ¿Qué clase de inepto era incapaz de proteger la prueba principal de un crimen? ¡Y más aún teniendo en cuenta que todavía no habían finalizado la autopsia! ¿A qué estaban jugando?
     El televisor nuevo del salón tampoco duró mucho tiempo en su sitio. En cuanto Bennu atravesó la puerta de la estancia tras abrirla de una patada, se dirigió directa a él y lo tiró, provocando un pequeño estallido de chispas que podrían haber provocado un incendio de haber tenido el suelo de madera o moqueta en vez de baldosas. Tras destrozar igualmente algunos cojines, salió al pasillo y se dirigió a la siguiente puerta sin pensar ni a dónde iba, la abrió de un golpe y se quedó plantada en el sitio con la mirada perdida. Hacía ya mucho tiempo que no entraba en esa habitación.
     Exactamente unos diez días.
     Era la habitación de Mateo.
     Bennu cayó de rodillas lentamente mientras las lágrimas comenzaban a hacer acto de presencia. Se apoyó en el marco de la puerta mirando al interior sin poder comprender por qué su niño ya no estaba allí. La policía parecía haber respetado sus cosas y todo seguía tal y como él lo había dejado: el ordenador en una esquina de la mesa, los libros de texto en la otra esquina, las estanterías llenas de libros y cd’s de música, las paredes llenas de pósters, fotos y recortes y, en la mesita, un gran portarretratos con dos fotos: en la de abajo, una joven pareja sostenía en brazos a su sonriente hijo de dos años; en la de arriba, ese mismo niño se abrazaba con fuerza a su joven tía de catorce años. Había pasado una eternidad desde que esas fotos habían sido tomadas. Tanto, que Bennu ya casi ni se acordaba de su existencia.
     Con resignación y un poco más de calma, se levantó lentamente y comenzó a andar hacia atrás con la mano en el pomo, sin apartar la vista de las fotos hasta que la puerta se cerró por completo. Pasó de nuevo por el baño para lavarse la cara un poco. Cogió su abrigo y su bolso y salió de casa.

*          *          *

     - ¡Camarero! Otra cerveza, por favor.
     - ¿Otra más, Bennu?  ¿No has bebido ya suficiente? – Preguntó una voz detrás de ella mientras una mano enguantada se apoyaba en su hombro y la otra señalaba a los múltiples botellines qua ya llenaban la mesa.
    Bennu giró lentamente la cabeza al reconocer la voz y se encontró de lleno con una intensa mirada de ojos verdes.
     - ¿Vi...Víctor?
     - Caramero, que sean dos cervezas. –Dijo Víctor mientras se quitaba su abrigo negro.
     Posó el abrigo en una silla y tomó asiento frente a ella, apoyó los codos en la mesa entrelazando los dedos ante el rostro y volvió a clavar su mirada en la atónita Bennu.
     - ¿Qué haces aquí? –Preguntó ella de forma casi grosera.
     - Estoy esperando a que el camarero me traiga mi cerveza. –Respondió él sin inmutarse con la sonrisa estática y misteriosa que le caracterizaba.
     - No... Me refiero a qué has venido a este bar... –Siseó Bennu algo confusa.
     - A tomarme algo contigo.
     - ¿Aquí? ¿En este barrio? Como el otro día te vi... ¿en el parque?... En el parque. Pensé que vivirías por mi barrio... ¿Vives por aquí?
     - No, no vivo por aquí.
     - Entonces... ¿Vivimos en el mismo barrio?
     - No, no vivimos en el mismo barrio.
     - Entonces, ¿qué hacías en aquel parque y qué haces en este bar?
     - Esa no es la pregunta, Bennu.
     - ¿Y cuál es la pregunta?
     - ¿Qué haces tú aquí?
     - Dar una vuelta. Necesito despejarme –Contestó ella apartando la mirada.
     - ¿Despejarte? ¿Metida en un bar? –Se burló Víctor.
     - Me apeteció tomar algo y entré aquí...
     - Qué curioso... te apeteció tomar algo en un bar que queda casi al otro lado de la ciudad desde tu casa y que esta a tan sólo dos calles de la casa de tu mejor amiga... y además debías tener mucha sed, te has bebido ya unas diez cervezas...
     - Eso ha sido coincidencia. –Dijo Bennu mirando para otro lado y empezando a cansarse de que un desconocido se entrometiese en su vida.
     Víctor se quedó callado apenas diez segundos mirándola con una pequeña duda en los ojos, como si necesitase pensar qué decir a continuación. De repente, apoyó los brazos enteramente sobre la mesa, se inclinó hacia adelante y la miró aún con mayor intensidad y seriedad.
     - ¿Y crees que a tu hijo le habría gustado que te sentases en un bar a emborracharte y lamentarte en vez de salir a buscar su cuerpo?
     Bennu se quedó paralizada tratando de procesar lo que Víctor acababa de decirle. Él aprovechó para ponerse en pie y recoger sus cosas con intención de marcharse.
     - Espera... –Balbuceó Bennu alzando la cabeza y sujetándole un brazo- ¿Quién eres?
     Víctor sonrió de medio lado con picardía de esa forma que tanto le caracterizaba. Cogió la mano que aprisionaba su brazo, la posó con suavidad sobre la mesa y la soltó con una suave y lenta caricia.
     - Saluda al inspector Martínez de mi parte... seguro que le alegra el día. –Añadió sarcásticamente, dándose la vuelta en dirección a la puerta con una sonrisa aún mayor.
     - Apúntalo todo a mi cuenta... como siempre. –Le pidió él al camarero en un susurro, cuando pasaba ante la barra.
     Bennu, aún atónita desde su silla, se giró y le grito:
     - ¡¡Dime quién eres!!
     Pero su fuerte grito chocó contra una puerta de cristal ya cerrada. Al otro lado, en la calle, un largo abrigo negro se perdió rápidamente entre la gente.
     El camarero trajo las dos cervezas y ella bebió un largo trago de cada una a toda prisa, sin importarle la cara de asombro y preocupación de las pocas personas presentes en el bar. Recogió también sus cosas y abandonó el local.
     Las calles se antojaban todas iguales hasta el punto de que parecían cambiar sólo de nombre. Comenzó a andar sin rumbo un poco mareada y sin saber muy bien dónde estaba. El cielo comenzó a ser cada vez más gris, los carteles tenían letras que ya no decían nada, la gente pasaba a la vez deprisa y despacio, los coches se movían y el suelo también. Le dolían los ojos, le picaba la garganta, le costaba respirar...
     Por fortuna, llegó a un lugar que creyó reconocer. Una puerta. Un panel de timbres. Un botoncito al lado del cartel “2º D”. Sin saber muy bien qué estaba haciendo, pulsó ese botón y se apoyó en la puerta. Una curiosa voz juvenil de mujer preguntó.
     - ¿Quién es?
     Bennu, en un pequeño momento de lucidez, se percató de lo que había hecho y, con su último aliento de voz susurró:
     - Alicia...

viernes, 16 de mayo de 2014

La Tejedora de historias: El globo, la estrella y la lágrima.


Vivía una tejedora 
dedicada a su pasión: 
tejía días y horas 
sin descanso o dilación. 
Cada retal era una historia, 
cada hilo una canción 
que unía sin demora 
las tramas de la acción. 
Todas aquellas historias 
salían de su corazón; 
y le preguntaba, observadora, 
su hija con emoción: 
- ¿Qué cuento, qué memoria 
tejes madre en esta ocasión? 
- "El globo, la estrella y la lágrima" toca ahora, 
escucha con atención.


            Había una vez una sonrisa amable; Había una vez un abrazo cálido; Había una vez unos ojos alegres; Había una vez unas mejillas sonrojadas... Había una vez todo lo que es bueno y hermoso para la imaginación del futuro y el recuerdo del pasado, en un momento del tiempo en el que el tiempo no existía, por lo que sólo habitaba el presente.
Había una niña pequeña. Que no era niña ni pequeña. Ni grande, ni alta, ni baja. Era Pensamiento, era Fe, era Espíritu,... era Alma. Era ella; y nadie más.
Tenía un globo blanquecino, algo transparente, lleno de perlas brillantes, luces y colores, al que atesoraba y quería como a su bien más preciado. Jugaba con él sin descanso y lo abrazaba con calidez y ternura... pero, quizá, con poco cuidado.
Ocurrió que un día lo abrazó con mucha emoción. Ocurrió que un día lo abrazó con mucha fuerza. Ocurrió que un día sus brazos lo rodearon y atravesaron... Ocurrió que él formó parte de ella y ella de él. Y ella se refugió en su interior, con una explosión de mil latidos marcando el tiempo y las mil caras de lo que podría ser: los destinos.
Alma observó todo y se empapó de la vida a su alrededor. Y vio su globo expandirse. Y vio su entendimiento expandirse. Y vio su conocimiento expandirse. Y vio su amor expandirse por ese pequeño universo de perlas brillantes, luces y colores. Y lo atesoró aún más. Y lo quiso aún más. Y se prometió a si misma que nunca dejaría de hacerlo.
Pero Alma, a veces, estaba triste. Algunos de aquellos mundos que crecían, nacían y morían a su alrededor parecían ignorar su presencia. O adorar erróneamente su presencia. O culpar a su presencia. En ellos no había término medio, ni principio, ni fin. Sólo caos y preocupación... Pero ella no perdía la esperanza. Ella era la Esperanza. Y el Amor. Y todo lo que es bello y hermoso.
Así que siguió viajando, observando, sintiendo. Siguió alentando, ayudando, viviendo. Y llegó un año, un día, un segundo concreto, en el que encontró un planeta aún no formado, de nubes de vapor y viento, persiguiéndose juguetonas en un remolino lila. Y vio que era un mundo nuevo. Y vio que era un mundo bello. Y esto le hizo sonreír.
El pequeño planeta se encontraba quieto, casi asustado, vagando a la deriva en la oscuridad, así que lo abrazó y acunó como una madre acuna a su recién nacido y le buscó un punto de luz, para que dejase de temblar de frío. Con mucho cuidado y con mucho amor, observó cómo las nubes se elevaban a su alrededor, cómo trotaban las aguas de Nabia y cómo pequeños pedazos de tierra empezaban a surgir sin ninguna forma concreta. Y esto le hizo sonreír.
Pero aquellas pequeñas islas, aun ricas en árboles y minerales, eran demasiado pequeñas para albergar comunidades sostenibles de animales. Por ello, Alma, queriendo que el planeta prosperase, pues le parecía muy bello, agrupó todos aquellos islotes en un lado del planeta y dejó el otro lado despejado y expectante. Y esto le hizo sonreír.
Y pensó Alma: <<Este planeta es bello, pero no podía tener vida. De la misma forma, yo era feliz fuera de mi pequeño globo, pero estaba sola. Ahora, a veces me pongo triste dentro de este globo grande, pero tengo compañía y una razón para existir. Parece ser que todo en la existencia tiene un lado bueno y otro malo...>>. Y observó Alma la existencia y todas sus criaturas y se dio cuenta de que tenía razón... Y aun así, esto le hizo sonreír.
Entonces, dirigió Alma otra vez su mirada a este nuevo mundo y pensó: <<No puedo poner en él algo bueno sin algo malo, pues no habría equilibrio, no evolucionaría y acabaría por perecer en la fría indiferencia,... como aquellas lunas casi muertas que visité>>. Entonces, decidió Alma, en su cavilar, que aquél sería el refugio de este pensamiento. Y esto le hizo sonreír.
Guardó Alma en este nuevo mundo su esperanza y su temor. Y su esperanza fue una gran estrella. Y su temor una lágrima rodeada de marismas venenosas. Y le pareció a Alma que estas tierras equilibrarían al pequeño mundo, le darían un futuro más fructífero y le permitirían prosperar con o sin su presencia...
Y esto, le hizo sonreír.



miércoles, 30 de abril de 2014

Tu sonrisa

Abre despacio y sin querer los ojos
brillando en la luz de la mañana,
estírate, perezoso, en la cama
y bésame con esos labios rojos.

Abrázame con fiereza y arrojo,
extiende mi pelo sobre la almohada,
habla de todo, y habla de nada,
obsérvame hasta arrancarme un sonrojo.

Yo acallaré, junto a ti, mil suspiros
mientras te escucho hablar, en silencio,
y después te susurraré al oído:

Tu sonrisa no es todo lo que quiero,
sino aquello que más necesito
para ser la más feliz por entero.



domingo, 27 de abril de 2014

Sobrevolando el infierno - Capítulo XIII: Bandas callejeras

     Bennu se encontraba sola en su cocina, con la luz apagada, tomando un té mientras observaba la anaranjada luz de las farolas aún encendidas y el inminente amanecer a través de la ventana abierta.
     La noche había transcurrido tranquila y casi se podía respirar la nueva paz que flotaba en el ambiente tras haberse esfumado todo rastro de tensión, nerviosismo y preocupación. Las cosas empezaban a ir bien de nuevo y su vida comenzaba a florecer como la precoz e inminente primavera. A pesar de encontrarse aún a mediados de abril, Démeter había querido madrugar ese año y había despertado de su largo sueño invernal sorprendiendo al mundo con la belleza de los colores que creaba a su paso.
     No tenía planes para ese día. Hacía diez días que todo su mundo se había puesto del revés, en ese maldito sábado que el destino tiñó de sangre. 10 de abril de 2010. Un día desgarrado por dolor y lágrimas, para siempre marcado en la historia de su vida.
     Aún permanecía de baja por depresión pero esa silenciosa mañana de martes se sentía tranquila. No bien, pero sí tranquila. Ensimismada en sus pensamientos, perdida en el cielo nuboso de la mañana, con una sonrisa un tanto hierática adornando su pálido rostro.
     Cuando los primeros rayos de sol apenas se asomaban tímidamente tras el tejado del edificio de enfrente, alguien llamó a la puerta. Bennu se acercó perezosa al interfono y ojeó la pantalla para tratar de averiguar de quién se trataba. En ella, tan sólo consiguió distinguir a un hombre alto de espaldas a la cámara, cubierto con un enorme abrigo negro y un gorro del mismo color, mirando nervioso a ambos lados de la calle.
     - ¿Quién llama? -Preguntó Bennu descolgando el auricular
     - ¿Bennu? ¿Puedo hablar contigo un momento? -dijo el hombre dándose la vuelta y clavando una mirada demasiado seria para sus ojos ante la cámara.
     - Sí, claro Javi, sube -Contestó Bennu, pulsando el interruptor para abrirle la puerta.
     Tras pasar brevemente y a carreras por el baño para comprobar que su ropa estaba en su sitio y su pelo en condiciones visibles, se dirigió a la puerta y la abrió expectante e inexplicablemente nerviosa.
     - Buenos días, Bennu. -Saludó Javi en cuanto llegó al umbral de su puerta- Siento molestarte tan temprano, pero es muy importante y muy urgente.
     - No pasa nada, entra.
      Bennu se fijó en que Javi se paraba a tratar de limpiar minuciosamente los zapatos en el felpudo y la curiosidad le hizo fijarse más detenidamente.
     - ¿Ha estado lloviendo? Traes los zapatos y el bajo de los pantalones llenos de barro.
     - No, la verdad es que no... Ayer tuve una reunión a las afueras y me ensucié al salir. Como llevo toda la noche trabajando y me urgía venir a hablar contigo, no he querido perder tiempo pasando por casa a cambiarme...
     - ¿Tan importante es?
     - Mucho, de hecho, si no te importa, preferiría que nos sentásemos en algún sitio. Tengo papeles que mostrarte. -Dijo él, haciendo notar un maletín en el que Bennu no había reparado.
     - De acuerdo. Pasa a la cocina. Por aquí. ¿Quieres un café?
     - No gracias. No me apetece nada. –Respondió el inspector mientras abría el maletín y revolvía el interior, haciendo notar sin motivo la cantidad de documentos que portaba.
     - Pareces nervioso... –Susurró ella.
     - Tengo motivos para estarlo, pero todo a su tiempo. Primero quiero comprobar que los datos del caso son correctos, explicarte por qué creemos que tu hijo estaba metido en una banda y avisarte de lo que ello conlleva. Veamos...- murmuró para sí, mientras continuaba buscando- sí, aquí está la ficha, Mateo Ruiz Expósito, hijo de David Ruiz Otero y Ariadna Expósito Expósito, ambos fallecidos en accidente de tráfico en 1998, cuando Mateo contaba con 6 años. Tutora legal, tía materna y madre adoptiva del menor: Bennu Expósito Expósito... ¿Correcto?
     - Si, de momento es todo correcto... –Confirmó Bennu con un nudo en la garganta.
     - De acuerdo... –masculló Javi.- Párame y corrígeme si en algún momento me equivoco. La fecha de nacimiento de Mateo fue el 24 de marzo de 1992, por lo que cumplió la mayoría de edad el pasado 24 de marzo que, si mal no recuerdo creo que fue... ¿miércoles?
     - Si, fue miércoles.
     - Y ese mismo sábado, 27 de marzo, fue cuando llamaste a comisaría para decir que se había marchado de casa y aún no había vuelto.
     - Si. Se marchó el viernes por la tarde tras nuestra última discusión y no volvió en toda la noche...ni en toda la mañana siguiente, así que al final llamé.
     - Pero él se había marchado por voluntad propia y era mayor de edad, así que la policía legalmente no podía hacer nada... ¿Sabes si Mateo celebró o tenía intención de celebrar su cumpleaños con algún amigo?
     - No... creo que no... al menos no con nadie de su instituto,... Según tengo entendido no tenía muchos amigos allí... tenía amigos por el barrio, pero de todas formas no los conozco personalmente.
     - Bennu, ¿cuál es tu horario de trabajo?
     - Bueno... normalmente de diez de la mañana a dos del mediodía y de cuatro a ocho de la tarde.
     - ¿Vuelves a comer a casa?
     - No, como en el trabajo
     - ¿Y Mateo dónde comía?
     - Comía aquí cuando llegaba del instituto. Solía dejarle comida preparada o algo fácil y rápido que pudiera preparar él.
     - Tengo entendido que sacaba muy buenas notas y en el informe de la revisión de su habitación consta que poseía numerosos libros de lectura entre los que se encuentran libros...digamos...inusuales para alguien de su edad por la complejidad de los temas.
     - Si, le gustaba mucho leer libros de todo tipo...novelas históricas, ensayos filosóficos,...y a veces poesía. Y todo de libros más dirigidos a adultos que a jóvenes. Respecto a sus notas...la verdad es que era muy inteligente, prácticamente no le costaba esfuerzo.
     - Así que, en conclusión, Mateo era un niño huérfano, criado por su joven tía (a la cual llamaba igualmente mamá), con un alto cociente intelectual: muy buenas notas y responsable, pero pocos amigos, mucho tiempo libre y muchas horas solo en casa. Lo que muchos considerarían un niño modelo sin grandes desafíos que solventar.
     - Si, la verdad es que sí...pero sigo sin ver a dónde nos lleva esto.
     - Muy sencillo. Te voy a leer por encima y resumir unos fragmentos de un libro de psicología social que te he traído. Primero, dice sobre las razones de la socialización que el ser humano es social por naturaleza, por lo que tiene una necesidad natural de interacción con el resto de las personas. La necesidad de interacción da lugar a una posterior necesidad de aceptación, lo que crea un miedo al rechazo. La metodología inconsciente a seguir para evitar dicho fracaso, está condicionada por este miedo y consiste básicamente en un alejamiento progresivo de la realidad en el cual la persona extrae los sucesos de su contexto, los reinterpreta y, a partir de ahí, responde de una determinada forma repetidamente hasta convertirla en una acción de la cual no puede salir y que utiliza como mecanismo defensivo.
     - ¿Lo que me estás queriendo decir es que mi hijo tenía miedo a ser rechazado, comenzó a hacer algo que no debía para poder encajar y que continuó haciéndolo con la excusa de socializar hasta que ya no supo cómo salir o dejarlo?
     - Si, en este caso es básicamente eso. Por otra parte, según este libro y mi propia experiencia, el perfil social habitual de un miembro de una banda callejera es de un hombre joven, con alguna característica o rasgo discriminatorio, con un hogar desestructurado y mucho tiempo libre en soledad, lo que le empuja a buscarse compañía y una “familia” en la calle.
     - ¿Una familia en la calle? ¿Mateo? Por dios, Javi, ¿tú oyes lo que estás diciendo? ¿por qué tendría que buscarse otra familia Mateo teniendo todo lo que tenía? era listo, inteligente, amable, cariñoso,...
     - Si, era un buen chico. Tan buen chico que despertaba envidias. La inteligencia siempre ha sido por desgracia un rasgo discriminatorio en esta sociedad. Todo aquél que destaca para bien genera envidia y la envida genera muros insalvables. Respecto a lo de hogar desestructurado, aunque Mateo te tuviese a ti, el hecho de que tus auténticos padres estén muertos es una carga para cualquiera...y por lo que sé de ti, creo que lo comprendes. Además tú te pasabas casi todo el día fuera. Comía solo, estudiaba solo...prácticamente vivía solo. Las bandas callejeras son una tentación es ese aspecto: Ofrecen una especie de vida en común basada en la protección mutua y en un hermanamiento que les lleva a compartirlo todo. Infunde un sentimiento de aceptación que se asemeja al de una familia auténtica. Lo peor viene cuando todos los miembros acaban pensando exactamente igual por el llamado “pensamiento de grupo” que termina por anular el pensamiento individual. En ese punto son vulnerables y, por lo tanto, fácilmente influenciables.
     - Entonces... ¿esta es la única explicación que me ofreces? ¿mi hijo pertenecía a una banda callejera?
     - Si. Esa es la teoría más lógica. Además también explica que se fuese tan rápido sin necesidad de pensar dónde iba a dormir, que haya muerto por heridas de arma blanca y que no se hayan molestado en ocultar su cuerpo. En caso de que fuese un ajuste de cuentas entre bandas o algún tipo de aviso, el o los asesinos querrían que los miembros del bando contrario se enterasen.
     - Entonces ahora sólo queda encontrar al asesino mediante las pruebas que ya tenéis y podréis darme el cuerpo de mi hijo en pocos días para que lo entierre, ¿no?
    - En parte todo esto que has dicho es cierto, tenemos que encontrar a su asesino y lo haremos, no lo dudes. Pero la mención por tu parte de la futura entrega del cadáver para que lo entierres me lleva a otra cuestión que también quería comentarte... respecto a un suceso ocurrido esta noche y que va a dificultar este punto.
     - ¿De qué se trata? –dijo Bennu empezando a preocuparse.
     Javier agachó la cabeza con pesar y culpa, evitando mirarla a los ojos antes de contestar.

     - Alguien ha entrado esta noche en el edificio de análisis y estudios forenses de la policía y ha robado el cadáver de Mateo. 

lunes, 14 de abril de 2014

La Tejedora de historias: Las seis hermanas.


Vivía una tejedora 
dedicada a su pasión: 
tejía días y horas 
sin descanso o dilación. 
Cada retal era una historia, 
cada hilo una canción 
que unía sin demora 
las tramas de la acción. 
Todas aquellas historias 
salían de su corazón; 
y le preguntaba, observadora, 
su hija con emoción: 
- ¿Qué cuento, qué memoria 
tejes madre en esta ocasión? 
- "Las seis hermanas" toca ahora, 
escucha con atención.



            Hace mucho, mucho tiempo, en una era de guerras y confusión, la gente vivía infeliz y con miedo. Los ladrones poblaban esta tierra y arrasaban los campos; los asesinos eran aclamados por sus secuaces y se paseaban bajo la luz de Pronto, nuestra estrella; mientras, la gente buena se escondía en las sombras, rezando a Alma en sus corazones.
                    Y Alma les escuchó.
            Desde los cielos descendieron, como estrellas fugaces en la noche, seis figuras desnudas cabalgando en un haz de luz plateada. Su piel era más negra que un tizón y sus ojos y largos cabellos lucían el verde oliva más intenso que nadie en esta tierra había visto jamás.
            Las llamaron Las seis hermanas por sus rostros afeminados de doncellas jóvenes, pero de la misma forma podrían haberlas llamado los seis hermanos, pues sus cuerpos esbeltos no poseían ningún rasgo físico que pudiese identificarles como lo uno o lo otro.
            Nadie supo nunca de dónde venían ni a dónde se fueron cuando nos dejaron. Sus corceles negros de crines plateadas las habían traído en la oscuridad y a la oscuridad volvieron.
            Los nombres por los que se dieron a conocer fueron: An-Tot, An-Jor, An-Mut, An-Per, An-Nut y An-Geb; Las estrellas de Alma.
            A lomos de sus monturas, cabalgaron el Continente de la Estrella y desterraron el mal al Continente de la Lágrima, al que hoy llamamos Seteh. Con miradas de hielo y corazón de fuego, domaron el espíritu salvaje y maldito de ladrones, asesinos, estafadores,... y todos aquellos que pretendían hacernos mal deliberadamente.
            Ellas fueron nuestra luz guía, nuestra salvación primera. La llama bendita que infundió nuestros corazones de valor y nuestras mentes de conocimiento.
            Ellas crearon las seis Terrae con sus seis Nubes, centro de nuestra organización como sociedad libre y pacífica, y se convirtieron por ello en nuestras primeras seis gobernadoras. Ellas eligieron e instruyeron a los primeros Ermitaños y ungieron a la primera Suma Sacerdotisa de Alma.
            Con su poder celestial, más allá de nuestra comprensión, abrieron nuestros mundos a otros mundos, nuestras mentes a otras mentes; nuestra vida y esperanzas se expandieron por el universo.
            Cada una de ellas salía a cabalgar entre los erlinos en un día distinto, razón por la cual, aún hoy, conocemos los días de nuestra semana con sus nombres: Tot, Jor, Mut, Per, Nut y Geb.
            Una vez sus enseñanzas pasaron a formar parte de nuestras vidas de forma tan natural como respirar, su tiempo entre nosotros llegó a su fin. Tomando rumbo hacia las Sagradas Islas del Olivo, donde los Ermitaños aún moran, se despidieron allí por última vez y pidieron al líder entre los sabios que las acompañase hasta el final del camino, donde desaparecieron en la noche. 
        Un par de ojos verdes -se dice- fue lo último que el Primer Ermitaño vio, brillando en la oscuridad del bosque, y será lo primero que El Ermitaño vea, cuando sus espíritus regresen a nosotros.