domingo, 27 de enero de 2013

Viajero



Te envidio. Te envidio sin envidia si te miro. Te miro sin mirarte si te siento. Te siento sin sentirte si te olvido. Cuán complicado y cruel pensamiento; cuán arduo y duro el camino que he de seguir al momento, que he de quitarle al destino para cambiar el final de este cuento.

¿Quién te dio, viajero, permiso para colarte en el núcleo de mi sueño, robarme, convertirte en mi dueño, nublar para siempre mis sentidos? Debería odiarte y no puedo; debería alejarme y me resisto; y, sin querer morirme, me muero. Estás derrumbando mi mundo entero y aún así finges no haberme visto, pretendes sin cesar que no existo, que mis ojos no te siguen hambrientos, que mis manos no se aferran a tu abrigo, que mi voz es un susurro en el viento. Tus crueles ojos de acero apuñalan como dagas los míos, cuando me miras y te miro, cuando me apartas si te encuentro, me rechazas y me minas, me quemas por dentro, en un abrazo eterno que, sin comenzar, nunca termina. 



Sigues sin cesar, viajero, caminando hacia el infinito, sin conocer lo que es el anhelo, la nostalgia, el miedo, el vacío,... Rompiendo corazones sinceros, dejando a tu paso un hastío, un mal sabor de sueños baldíos, pedazos de ilusiones por los suelos, una sombra, un espejismo, un reflejo, un susurro, una súplica, un aullido, el brillo de unos ojos de hielo que queman más que el mismo fuego aún en el invierno más frío.



jueves, 17 de enero de 2013

Las deseadas vacaciones



Innumerables pedazos de papel de regalo adornaban el suelo, desgarrados y arrugados, junto al árbol de Navidad. La mesita del salón estaba llena de platos con restos de nata y tacitas con restos de café. Las farolas de la calle ya estaban encendidas y las aceras cubiertas de restos de nieve sin fundir.
En un sillón de una esquina del salón, aún permanecía sentada una persona, mirando hacia la ventana, absorto en sus propios pensamientos.
Nicolás entró en el salón y se sentó en un sillón al lado del de su abuelo, con la caja de su nuevo juego en las manos, y le miró con cara de pena. El abuelo se giró y le sonrió.
- Déjame adivinar. -Comenzó el abuelo.- Tu madre te ha mandado apagar el ordenador e irte a dormir, ¿verdad?
- Sí... Yo no quiero ir a dormir ya. Ni quiero volver la semana que viene al colegio. Estoy mejor en casa y, ahora, con el juego nuevo, me lo paso aún mejor. ¿Por qué no tenemos vacaciones todo el año?
- Bueno... alguien tiene que trabajar en esta vida, o no tendríamos nada de lo que tenemos. Además, si tuvieses vacaciones todo el año, acabarías cansándote de ellas y no las disfrutarías tanto...
- No lo creo... -Contestó Nicolás, tratando de imaginar las múltiples posibilidades que le ofrecía la idea.
- Puede que te cueste imaginarlo, pero si trabajas y estudias con dedicación, tendrás muchas más ganas de que lleguen las vacaciones y, cuando estén aquí, las disfrutarás mucho más. Ahora vete a la cama, antes de que tu madre venga y te pille todavía aquí.
Nicolás se levantó de un salto y se dirigió a la puerta.
- Buenas noches, abuelo. -Dijo antes de desaparecer corriendo.





[...] If all the year were playing holidays,
To sport would be as tedious as to work;
But when they seldom come, they wish'd for come,
And nothing pleaseth but rare accidents. [...]”


“[...] Si todo el año fuesen vacaciones ociosas, 
Jugar sería tan tedioso como trabajar; 
Pero cuando vienen pocas veces, desean que vengan, 
Y nada complace salvo los sucesos escasos. [...]”

-> Prince Hal monologue. Henry IV, Part I. By W. Shakespeare.