martes, 29 de octubre de 2013

Escribo por mí



Escribo por mí,
no por almas vacías,
por bocas ajenas,
por sombras y penas
que antaño reían
y ya no saben vivir.
Escribo por mí,
por mis cielos de niebla,
por los días sin guía.
por las noches eternas
que aún están por venir.
Escribo por mí,
no por unas monedas
que susurran y acarician
pero en las manos queman,
consumen al feliz
y lo ponen bajo tierra
tras hundir sus días.
Escribo por mí,
por mi corazón que sueña,
por mi alma que grita,
por mi sombra que repta,
por mis ojos que brillan
con la luz de una estrella
cuando en silencio miran
cuando callados observan.





sábado, 19 de octubre de 2013

Sobrevolando el infierno - Capítulo IX: Confesión.



     Bennu abrió la puerta, entró, esperó a que pasase Li y cerró de golpe inquieta. Era la primera vez que entraba en su casa alguien que no fuesen ni Mateo ni ella desde que su hermana ya no estaba. Se tocó el pelo con la mano, nerviosa, y pasó a su lado cabizbaja casi sin atreverse a mirarle a la cara. Dejó sus zapatos en una esquina y las llaves en un bol encima del mueble de la entrada. Colgó su bolso y su abrigo en un pequeño perchero y tendió el brazo hacia Li para que le diese los suyos.
     Li le tendió sus cosas despacio, mirando a su amiga fijamente pero con calma, intentando capturar su mirada. Pero Bennu seguía distante con un nivel de nerviosismo y agitación palpable en el ambiente.
     Alicia observó con atención todo lo observable en la pequeña entrada cuadrada del piso de Bennu. A parte del pequeño mueble bajo de la entrada situado al lado de la puerta -en el que apenas cabían el cuenco de las llaves y el soporte de un teléfono inalámbrico- y el perchero en el que descansaban los bolsos y abrigos de ambas, sólo había dos puertas y un sencillo marco con una foto colgado en la pared contraria. La foto, muy antigua en blanco y negro, parecía estar tomada en un puerto marítimo típico de las ciudades turísticas de la costa. En ella, aparecían un grupo de niñas pequeñas, todas con el mismo uniforme: un vestido blanco, zapatos negros y un sombrerito de paja con un lazo. Junto a las niñas aparecían tres monjas sonrientes, una de las cuales sostenía un cartel con la siguiente frase “Orfanato Nuestra Señora del Dulce Consuelo. Marzo de 1984.”
     - Bueno, ¿quieres un café? -arremetió Bennu, muy nerviosa- yo, al menos, no creo que pueda con otra cerveza...
     - Si, es cierto. -dijo Li sonriente- yo tampoco creo que pueda con otra y un café nunca viene mal.
     Bennu abrió una de las dos puertas para entrar ambas en la pequeña y apretada cocina. Li se sentó en una silla y siguió observando a su amiga. Ésta, se acercó a uno de los armarios y fue sacando consecutivamente un paquete de café, el azúcar y dos tazas.
     - Bueno... -dijo Li como quien no quiere la cosa- ¿por dónde íbamos?
     - ¿Te ha gustado la foto de la entrada? -Preguntó Bennu, aparentemente cambiando de tema.
     - Si, supongo que si... ¿tiene algo de especial?
     - ¿No has visto nada raro? ¿No te has fijado en nadie en particular?
     - Bueno... me ha extrañado que tuvieses una foto tan antigua de una excursión de un orfanato... pero no me he fijado en nadie... ¿debería haberlo hecho? -Añadió Li, sospechando a qué se podría referir Bennu.
     - En ese orfanato crecimos...mi hermana y yo.
     - ¿Tu hermana? ¿Tienes una hermana?
     - Tenía. Ella y su novio murieron hace unos doce años, cuando yo tenía dieciocho y acababa de entrar en la facultad para estudiar química -Respondió Bennu con la mirada perdida, mientras volvían a su mente las imágenes del pasado.
     - Oh vaya... -Susurró Li sin saber muy bien qué debía decir.
     - Fue un momento muy duro, la verdad, estuve a punto dejar los estudios porque también tuve que ponerme a trabajar para mantenernos, como me empeñé en quedarme con Mateo...
     - Espera, ¿te empeñaste en “quedarte” a Mateo? -preguntó Li, cortante.
     - Si, es que... en realidad Mateo no era mi hijo, era mi sobrino. -Dijo Bennu entre lágrimas- El único hijo de mi hermana Ari y su novio, David. Cuando ellos murieron... bueno, los servicios sociales intentaron llevárselo, pero yo ya tenía dieciocho años, así que lo adopté como si fuese hijo mío. De hecho, él siempre me llamaba mamá... aun sabiendo que yo no era su madre...
     Li se quedó un momento callada mientras trataba de procesar toda aquella nueva y extraña información. Bennu era huérfana. Mateo no era hijo de Bennu, era su sobrino, el hijo de su hermana muerta años atrás...entonces, ¿Bennu ahora estaba completamente sola?
     - Y... ¿no tienes más familia? -Volvió a preguntar Li.
     - No... ya no me queda nada... -Continuó Bennu aún con un brillo en la mirada, buceando en sus recuerdos.
     Li se dio cuenta de que Bennu trataba de mantener la calma y la serenidad, que trataba de ser fuerte y de no venirse abajo. Aun así, pudo ver cómo varias lágrimas se fugaban de sus ojos burlándose de su control y desafiando a su aparente entereza.
     - Supongo que por eso nunca le cuento casi nada a nadie... -siguió Bennu- es como si mi vida fuese una especie de sueño, una especie de ilusión irreal que me envuelve y dentro de la cual sólo estábamos Mateo y yo...era como si en realidad no existiese nadie...y ahora estoy sola.
     - Eh, Bennu, no estás sola, -dijo Li poniéndose de pie y acercándose un poco a ella por detrás- siempre puedes contar conmigo. No lo olvides. Por muy sola que te sientas, por muy mal que te encuentres, puedes contarme lo que quieras que yo te escucharé y apoyaré en todo.
     - ¿No te he dado ya la tabarra lo suficiente? -Preguntó ella dándose la vuelta y mirando a su amiga mientras trataba de sonreír- Yo que creía que te enfadarías conmigo cuando te contase todo esto y que creías que sobreprotegía a Mateo...
     - La verdad...es que sí que lo pensaba. -Confesó Li agachando la cabeza- Me daba la impresión de que le dabas demasiada importancia a que anduviese deambulando por ahí con chicos bastante más mayores... En eso tengo que pedirte disculpas, nunca me imaginé que esto fuera tan grave... aunque bueno, aún no se sabe que fue lo que pasó de verdad...igual no tiene nada que ver...
     - ¿Realmente lo crees o lo dices para tranquilizarme? -La mirada de Bennu mostró una nueva resolución.
     - ¿Tranquilizarte? ¿por qué? Bennu...no tendrás pensado intervenir, ¿no? Por favor, ¡dime que no vas a hacer ninguna locura! -Dijo Li con cara de susto, temiéndose lo peor.
     - Bueno, en principio dejaré que la policía haga su trabajo, pero más les vale encontrar a esos malnacidos antes de que los encuentre yo.
     - Bennu -la apremió Li asustada- ten en cuenta que es un asesino, o varios, si ha sido capaz de matar una vez...
     - Pues si ha sido capaz de matar una vez, creo que tendrá que matar otra vez para poder evitar su propia muerte. -Respondió Bennu tajantemente.
     Li pudo ver entonces el auténtico dolor que sufría Bennu. No sólo le habían robado a su niño, todo lo que tenía y aquello que más quería, también le habían robado sus ganas de vivir, sus esperanzas, parte de su futuro y el único vínculo que le quedaba con su hermana mayor, la única familia que había conocido. Se lo habían quitado todo. Y el culpable iba a pagar con creces. La decisión ya estaba meditada, tomada y planeada, y Li pudo sentirlo tan sólo con mirarla a los ojos.



domingo, 13 de octubre de 2013

El que espera, desespera.



Una duda en tu mirada:
el tiempo te pone a prueba
a cada segundo, a cada hora,...
cada semana se hace eterna.
Un anhelo que crece y crece
-por la esperanza que no llega-
desde la punta de los dedos
de los pies a la cabeza;
el pulso tiembla al escribir
y, al caminar, las piernas;
la vida a tu alrededor
pierde toda su viveza
y el resplandor de antaño
es ocultado a la fuerza
por el desánimo, el abandono,
por el miedo y su flaqueza.
Si por tener que seguir
hacia adelante, no fuera;
o por los otros asuntos
que ocupan la agenda,
no quedarían ni uñas
que morder tan siquiera,
de la angustia que se siente
al soportar una espera
sin saber cómo ni cuándo
llegará la respuesta.
Es un dolor intangible,
el temblor de una fiera
en su jaula atrapada,
tranquila pero despierta,
que entornando los ojos
acecha, ronronea, ...
Es un hecho comprensible,
que el que espera, desespera;
pero para nada comprendido
hasta que se experimenta.



viernes, 4 de octubre de 2013

Sobrevolando el infierno - Capítulo VIII: Reunión improvisada.



     Alicia entró en la taberna y le pidió un par de cañas al minúsculo camarero. Echó un vistazo al sombrío local y eligió una mesa alta, vieja y desgastada, con sillas de metal muy oxidadas, apartada en una de las esquinas más oscuras del fondo. Algo le decía que los temas a tratar en aquella improvisada e informal reunión requerirían la mayor tranquilidad y soledad posible.
     Se sentó y esperó tamborileando impaciente con los dedos sobre la superficie de madera, brutalmente acuchillada en algunas zonas, mientras observaba cautelosa a los demás clientes.
     En la esquina opuesta a la suya, dos señoras que debían rondar los cincuenta pero que aparentaban muchos más años, ahogaban sus refunfuños en aguardiente de garrafón, agarrando el vaso con fuerza pero sin seguridad por los escandalosos temblores de sus manos. Sus bocas completamente desdentadas y ennegrecidas, sólo se dejaban entrever entre sorbo y sorbo para lanzar pequeñas pullas entre ellas contra alguno de los muchos males de su vida, y las cuencas hundidas de sus ojos miraban a la nada tras una cortina de lacio, estropajoso y exageradamente canoso pelo grasiento. No era una visión especialmente agradable.
     En la barra, varios hombres cuarentones solitarios, observaban boquiabiertos un partido de fútbol en la pantalla de un televisor como si les fuese la vida en ello, en completo silencio, interrumpiendo su quietud en contadas ocasiones a intervalos regulares y completamente automatizados, simplemente para mojar sus labios con las tristes cervezas que sostenían lánguidamente en sus manos.
     El camarero, con caminar taciturno y cabizbajo, recorría el espacio tras la barra de un extremo a otro una y otra vez, casi como si contase los pasos uno a uno, tratando de memorizar cada una de las líneas desgastadas y roñosas del viejo suelo de madera medio podrida, mientras estrujaba entre sus manos huesudas y enfermizas un trapo que, probablemente, en algún momento de su historia había sido blanco. Li comenzaba a sospechar que el pequeño hombrecillo se habría olvidado de las cañas cuando, de repente, levantó su cabeza, clavó su mirada vacía en ella y le dijo en un susurro apenas audible por el ruido del televisor:
     - Lo siento señora, lo más parecido que puedo ofrecerle a lo que me ha pedido son dos latas de cerveza sin alcohol... es lo único que me queda en estos momentos.
     - Está bien, no se preocupe... las cervezas servirán. -Dijo Li pensando en la suerte que supondría no tener que arriesgarse a utilizar un vaso de aquél sitio.
     Justamente en el momento en el que el camarero comenzó a alejarse de su mesa tras dejar las latas, la puerta volvió a abrirse dejando entrar la luz del exterior, cegadora en comparación con la del antro. Una figura se quedó parada en el umbral apenas unos segundos y, tras vacilar un instante, entró.
     La mujer se acercó hasta la mesa donde estaba sentada Li, se quitó el abrigo, el gorro y la bufanda y se sentó en una silla libre dejándose puestas unas enormes gafas de sol que ayudaban a su flequillo pelirrojo a ocultar el rostro.
     - Hola Bennu -dijo Li con preocupación- ¿Cómo estás?
     - Pues... bueno... -contestó Bennu con voz muy tenue quitándose por fin las enormes gafas de sol y dejando entrever unos ojos completamente hinchados y enrojecidos.- No muy bien...
     Li trató de ocultar su cara de sorpresa ante la visión de esa cara a la vez pálida y enrojecida, con ojeras muy marcadas y las mejillas aún húmedas por alguna lágrima que sus ojos de mirada apagada no pudieron retener.
     - ¡Oh, cielo! -le susurró Li al oído mientras la abrazaba con cuidado- ¿qué es exactamente lo que te pasa? Me tienes muy preocupada... ¿has vuelto a discutir con Mateo?
     En ese momento, fue como si Li hubiese pulsado un interruptor. Nada más oír el nombre de Mateo, Bennu comenzó a temblar violentamente y se puso a llorar, atrayendo momentáneamente las miradas de desagrado de las dos mujeres siniestras del otro lado de la sala. Los hombres, sin embargo, permanecieron todos atentos a la pantalla sin dar muestras de haberse percatado de la escena.
     En cuanto Bennu se hubo calmado lo suficiente como para al menos poder articular alguna palabra, Li la incorporó levemente y le obligó a mirarla a la cara pidiéndole con sus ojos que hablase.
     - Mi niño... -dijo Bennu entre balbuceos- mi niño no está...
     - ¿Cómo que no está?
     - No... la semana pasada discutimos... y se fue... se marchó de casa... y ahora ya no está...
     - ¿Pero cómo que se marchó? ¡Si es un niño! ¿No avisaste a la policía para que le buscasen?
     - Si, pero no podían hacer nada... -sollozó ella- estaba en su derecho de marcharse si quería... ya tenía dieciocho años... Pero me dijeron que lo buscarían igualmente y le recomendarían volver... pero que no podían obligarle...
     - ¿Y? ¿Sabes algo?
     - Si... lo encontraron ayer por la noche... ¡muerto!
     En ese punto, Bennu volvió a abrazarse a su amiga en un intento de controlar los fuertes temblores que dominaban su cuerpo. Li, por su parte, no podía creer que acabase de oír lo que había oído... no podía ser... ¿Mateo muerto? pero... si en el fondo sólo era un niño... ¿Tan malas eran las compañías con las que andaba? Li lamentó, de ser así, no haber prestado más atención a Bennu cuando ésta le contaba sus preocupaciones por el carácter solitario y melancólico de su hijo, su encerramiento en su propio mundo, su rechazo por acercarse a los demás jóvenes de su edad,... por las amistades que podría estar haciendo con personas bastante más mayores del barrio que en el fondo no le convenían... Li creía que no eran más que exageraciones de Bennu, una preocupación excesiva de una madre muy joven obsesionada por tener un hijo diferente; amable, responsable y educado, pero diferente al fin y al cabo. ¿Cómo no se había dado cuenta de que tras esa apariencia de hijo perfecto se escondía una vida de peligro que podría acabar en tragedia? ¿Por qué no había sido capaz tan sólo de escuchar a su amiga?
     - ¿Y la policía? ¿Qué te ha dicho?
     - No demasiado... -dijo Bennu con voz entrecortada- que seguirán investigando... y se llevaron el cuerpo...
     - ¿Y...? -comenzó Li sin saber muy bien cómo plantear la pregunta- ¿Y qué dice su padre?
     - ¿El padre de quién? -dijo Bennu sin saber muy bien a qué podía referirse su amiga.
      - Pues el padre de Mateo... tu ex-novio o ex-marido o lo que fuera... ¿ya se lo has contado? ¿O es que no piensas hacerlo?
      Bennu se separó un poco de Li y la miró, primero con extrañeza, después con comprensión y finalmente con culpabilidad.
     - Oh, Dios mío... soy una mala amiga... ¿Nunca te he contado... nada?
     - Si te refieres a tu vida antes de que nos conociéramos... no, creo que no. Nunca has hablado de eso conmigo, ni con nadie... de hecho ese es un comentario bastante extendido en lo que a ti se refiere. Nadie sabe nada de tu vida, sólo que tienes un hijo, nada más. Ni de dónde eres exactamente, si estuviste casada o no, de cómo tienes un hijo de dieciocho teniendo tú sólo treinta años... Eres algo así como la mujer misterio de la empresa -respondió Li con una leve sonrisa- hasta para mí, que te conozco bastante mejor que ninguna otra persona, sigues siendo un misterio.
     Bennu agachó levemente la cabeza intentando ordenar sus pensamientos. Entonces, la alzó de nuevo, cogió su cerveza, le dio un buen trago y dijo:
     - Si has terminado, vámonos... esto no es un tema para tratar aquí.