domingo, 13 de octubre de 2013

El que espera, desespera.



Una duda en tu mirada:
el tiempo te pone a prueba
a cada segundo, a cada hora,...
cada semana se hace eterna.
Un anhelo que crece y crece
-por la esperanza que no llega-
desde la punta de los dedos
de los pies a la cabeza;
el pulso tiembla al escribir
y, al caminar, las piernas;
la vida a tu alrededor
pierde toda su viveza
y el resplandor de antaño
es ocultado a la fuerza
por el desánimo, el abandono,
por el miedo y su flaqueza.
Si por tener que seguir
hacia adelante, no fuera;
o por los otros asuntos
que ocupan la agenda,
no quedarían ni uñas
que morder tan siquiera,
de la angustia que se siente
al soportar una espera
sin saber cómo ni cuándo
llegará la respuesta.
Es un dolor intangible,
el temblor de una fiera
en su jaula atrapada,
tranquila pero despierta,
que entornando los ojos
acecha, ronronea, ...
Es un hecho comprensible,
que el que espera, desespera;
pero para nada comprendido
hasta que se experimenta.



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