domingo, 13 de enero de 2013

Sahara

 (Entrada propia. Re-post de "Your soul is unbreakable". 30/03/12)

Calor; luz y calor; rayos, luz y calor...pasos...y más pasos. Uno tras otro. La vida sigue, los pasos siguen, las horas siguen...como los granos de un reloj de arena perdido en medio del desierto...y el calor, siempre el calor.
Pero nada me importa, nada temo, nada quiero. Todo lo veo y todos me ven, en esta llanura interminable, en el desierto de mi vida. El tiempo rueda, la arena rueda, el tiempo es una rueda y la arena es el tiempo y el espacio. Nada cambia, todo permanece, pero nunca es igual ni nunca es distinto...sólo sigue, como nunca ha seguido y como nunca seguirá. No hay sueño, no hay cansancio, no hay hambre, no hay sed, no hay nostalgia...¿de qué? Nada se echa de menos porque nunca ha habido nada...
Solo hay escorpiones, serpientes, arañas y alimañas varias. Muerden, pican, matan. Vivir para morir. Morir para vivir. Vivir para matar. Matar para vivir. Tanto da, que da lo mismo. No tiene importancia, no tiene razón de ser ni de no ser, no quita el sueño...no hay sueños.
Una gota. Una maldita gota. ¿De qué? De agua. Maldita agua. Maldita gota. Maldito líquido infernal que quema más que el sol. Apareció de repente y de la nada, entre los días que no cambian, de frente pero a traición.
¿Calmó mi sed? Por supuesto que no. Es una gota, sólo una gota, tan sólo me mostró qué es la sed, cuánto la padezco y cuánto la puedo padecer.
Inconsciente bebí, inconsciente probé el líquido infernal que quemó mi garganta, que clavó en mi ser una nueva ansia: Las ganas de beber, de saciarme, de llenarme de agua, de vida, de utópico placer, de la salvación de mi alma entre el calor del desierto, bajo el cielo abierto, bajo el calor y el fuego, ante mi nuevo amanecer.
Valiente cosa he hecho, valiente cosa me han hecho, ya ni sé quién posee la culpa de mi locura, de mi perdición.
Vago por el desierto de mi vida, entre el fuego y el calor. Hace tiempo que me deshice de mi sonrisa, de mi ilusión. Mi caminar se ralentiza, ya no tiene tanta prisa, ya no puede correr. Vago sola y perdida, abrasada por el sol, soñando con la brisa. Y miro y me miran; y siento y me sienten; me observan, me vigilan. Lloro y grito y me deshago de dolor por dentro, ocultando mi lamento, aguantando mi tortura. Tengo sueño, tengo cansancio, tengo hambre, tengo sed... tengo nostalgia, nostalgia por el agua que nunca más podré beber.
Y el sol me mira, se ríe, sonríe, me mira otra vez. No sabe que algo ha cambiado, que mi vida no es mi vida como antes lo fue. Le miro, le imploro, le miro otra vez. Le cuento, le digo y ya no me mira bien. Me juzga, me observa, me quema, me rechaza. Me odia. No me habla. Sigue iluminando, pero hiere. Me hace daño, duele, muy dentro.
El sol se oculta, se va. Llega la noche, mi primera noche, y la última, la negra eternidad. 



“Un día conocí al agua, y prometió acompañarme a lo largo del desierto. Cada vez que estuviese sedienta, ella me aliviaría.
Acepté y pasaron los días sobre la arena, hasta que un día se fue, dejándome su recuerdo de forma cruel porque, condensada, aún podía sentirla.
Sabía que estaba ahí, lo notaba, pero en vez de apaciguar mi sufrimiento, lo hacía bochornoso bajo un sol de justicia.
¿Qué es la sed?
Sed es echar de menos, y para echar de menos hay que haber conocido y amado, haber necesitado y sufrido.” By Pinkadelika.

No hay comentarios:

Publicar un comentario