lunes, 14 de abril de 2014

La Tejedora de historias: Las seis hermanas.


Vivía una tejedora 
dedicada a su pasión: 
tejía días y horas 
sin descanso o dilación. 
Cada retal era una historia, 
cada hilo una canción 
que unía sin demora 
las tramas de la acción. 
Todas aquellas historias 
salían de su corazón; 
y le preguntaba, observadora, 
su hija con emoción: 
- ¿Qué cuento, qué memoria 
tejes madre en esta ocasión? 
- "Las seis hermanas" toca ahora, 
escucha con atención.



            Hace mucho, mucho tiempo, en una era de guerras y confusión, la gente vivía infeliz y con miedo. Los ladrones poblaban esta tierra y arrasaban los campos; los asesinos eran aclamados por sus secuaces y se paseaban bajo la luz de Pronto, nuestra estrella; mientras, la gente buena se escondía en las sombras, rezando a Alma en sus corazones.
                    Y Alma les escuchó.
            Desde los cielos descendieron, como estrellas fugaces en la noche, seis figuras desnudas cabalgando en un haz de luz plateada. Su piel era más negra que un tizón y sus ojos y largos cabellos lucían el verde oliva más intenso que nadie en esta tierra había visto jamás.
            Las llamaron Las seis hermanas por sus rostros afeminados de doncellas jóvenes, pero de la misma forma podrían haberlas llamado los seis hermanos, pues sus cuerpos esbeltos no poseían ningún rasgo físico que pudiese identificarles como lo uno o lo otro.
            Nadie supo nunca de dónde venían ni a dónde se fueron cuando nos dejaron. Sus corceles negros de crines plateadas las habían traído en la oscuridad y a la oscuridad volvieron.
            Los nombres por los que se dieron a conocer fueron: An-Tot, An-Jor, An-Mut, An-Per, An-Nut y An-Geb; Las estrellas de Alma.
            A lomos de sus monturas, cabalgaron el Continente de la Estrella y desterraron el mal al Continente de la Lágrima, al que hoy llamamos Seteh. Con miradas de hielo y corazón de fuego, domaron el espíritu salvaje y maldito de ladrones, asesinos, estafadores,... y todos aquellos que pretendían hacernos mal deliberadamente.
            Ellas fueron nuestra luz guía, nuestra salvación primera. La llama bendita que infundió nuestros corazones de valor y nuestras mentes de conocimiento.
            Ellas crearon las seis Terrae con sus seis Nubes, centro de nuestra organización como sociedad libre y pacífica, y se convirtieron por ello en nuestras primeras seis gobernadoras. Ellas eligieron e instruyeron a los primeros Ermitaños y ungieron a la primera Suma Sacerdotisa de Alma.
            Con su poder celestial, más allá de nuestra comprensión, abrieron nuestros mundos a otros mundos, nuestras mentes a otras mentes; nuestra vida y esperanzas se expandieron por el universo.
            Cada una de ellas salía a cabalgar entre los erlinos en un día distinto, razón por la cual, aún hoy, conocemos los días de nuestra semana con sus nombres: Tot, Jor, Mut, Per, Nut y Geb.
            Una vez sus enseñanzas pasaron a formar parte de nuestras vidas de forma tan natural como respirar, su tiempo entre nosotros llegó a su fin. Tomando rumbo hacia las Sagradas Islas del Olivo, donde los Ermitaños aún moran, se despidieron allí por última vez y pidieron al líder entre los sabios que las acompañase hasta el final del camino, donde desaparecieron en la noche. 
        Un par de ojos verdes -se dice- fue lo último que el Primer Ermitaño vio, brillando en la oscuridad del bosque, y será lo primero que El Ermitaño vea, cuando sus espíritus regresen a nosotros.


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