Abre
despacio y sin querer los ojos
brillando
en la luz de la mañana,
estírate,
perezoso, en la cama
y
bésame con esos labios rojos.
Abrázame
con fiereza y arrojo,
extiende
mi pelo sobre la almohada,
habla
de todo, y habla de nada,
obsérvame
hasta arrancarme un sonrojo.
Yo
acallaré, junto a ti, mil suspiros
mientras
te escucho hablar, en silencio,
y
después te susurraré al oído:
Tu
sonrisa no es todo lo que quiero,
sino
aquello que más necesito
para
ser la más feliz por entero.
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