Vivía una tejedora
dedicada a su
pasión:
tejía días y horas
sin descanso o
dilación.
Cada retal era una
historia,
cada hilo una
canción
que unía sin
demora
las tramas de la
acción.
Todas aquellas
historias
salían de su
corazón;
y le preguntaba, observadora,
su hija con
emoción:
- ¿Qué cuento, qué
memoria
tejes madre en esta
ocasión?
- "El globo, la estrella y la lágrima" toca
ahora,
escucha con atención.
Había una vez una sonrisa amable; Había una vez un abrazo cálido; Había una vez
unos ojos alegres; Había una vez unas mejillas sonrojadas... Había una vez todo
lo que es bueno y hermoso para la imaginación del futuro y el recuerdo del
pasado, en un momento del tiempo en el que el tiempo no existía, por lo que
sólo habitaba el presente.
Había
una niña pequeña. Que no era niña ni pequeña. Ni grande, ni alta, ni baja. Era
Pensamiento, era Fe, era Espíritu,... era Alma. Era ella; y nadie más.
Tenía
un globo blanquecino, algo transparente, lleno de perlas brillantes, luces y
colores, al que atesoraba y quería como a su bien más preciado. Jugaba con él
sin descanso y lo abrazaba con calidez y ternura... pero, quizá, con poco cuidado.
Ocurrió
que un día lo abrazó con mucha emoción. Ocurrió que un día lo abrazó con mucha
fuerza. Ocurrió que un día sus brazos lo rodearon y atravesaron... Ocurrió que
él formó parte de ella y ella de él. Y ella se refugió en su interior, con una
explosión de mil latidos marcando el tiempo y las mil caras de lo que podría ser: los destinos.
Alma
observó todo y se empapó de la vida a su alrededor. Y vio su globo expandirse.
Y vio su entendimiento expandirse. Y vio su conocimiento expandirse. Y vio su amor
expandirse por ese pequeño universo de perlas brillantes, luces y colores. Y lo
atesoró aún más. Y lo quiso aún más. Y se prometió a si misma que nunca dejaría
de hacerlo.
Pero
Alma, a veces, estaba triste. Algunos de aquellos mundos que crecían, nacían y
morían a su alrededor parecían ignorar su presencia. O adorar erróneamente su
presencia. O culpar a su presencia. En ellos no había término medio, ni
principio, ni fin. Sólo caos y preocupación... Pero ella no perdía la
esperanza. Ella era la Esperanza. Y
el Amor. Y todo lo que es bello y hermoso.
Así
que siguió viajando, observando, sintiendo. Siguió alentando, ayudando, viviendo.
Y llegó un año, un día, un segundo concreto, en el que encontró un planeta aún
no formado, de nubes de vapor y viento, persiguiéndose juguetonas en un
remolino lila. Y vio que era un mundo nuevo. Y vio que era un mundo bello. Y
esto le hizo sonreír.
El
pequeño planeta se encontraba quieto, casi asustado, vagando a la deriva en la
oscuridad, así que lo abrazó y acunó como una madre acuna a su recién nacido y
le buscó un punto de luz, para que dejase de temblar de frío. Con mucho cuidado
y con mucho amor, observó cómo las nubes se elevaban a su alrededor, cómo
trotaban las aguas de Nabia y cómo pequeños pedazos de tierra empezaban a
surgir sin ninguna forma concreta. Y esto le hizo sonreír.
Pero
aquellas pequeñas islas, aun ricas en árboles y minerales, eran demasiado
pequeñas para albergar comunidades sostenibles de animales. Por ello, Alma,
queriendo que el planeta prosperase, pues le parecía muy bello, agrupó todos
aquellos islotes en un lado del planeta y dejó el otro lado despejado y
expectante. Y esto le hizo sonreír.
Y
pensó Alma: <<Este planeta es
bello, pero no podía tener vida. De la misma forma, yo era feliz fuera de mi
pequeño globo, pero estaba sola. Ahora, a veces me pongo triste dentro de este
globo grande, pero tengo compañía y una razón para existir. Parece ser que todo
en la existencia tiene un lado bueno y otro malo...>>. Y observó Alma
la existencia y todas sus criaturas y se dio cuenta de que tenía razón... Y aun
así, esto le hizo sonreír.
Entonces,
dirigió Alma otra vez su mirada a este nuevo mundo y pensó: <<No puedo poner en él algo bueno sin algo
malo, pues no habría equilibrio, no evolucionaría y acabaría por perecer en la
fría indiferencia,... como aquellas lunas casi muertas que visité>>.
Entonces, decidió Alma, en su cavilar, que aquél sería el refugio de este
pensamiento. Y esto le hizo sonreír.
Guardó
Alma en este nuevo mundo su esperanza y su temor. Y su esperanza fue una gran
estrella. Y su temor una lágrima rodeada de marismas venenosas. Y le pareció a
Alma que estas tierras equilibrarían al pequeño mundo, le darían un futuro más
fructífero y le permitirían prosperar con o sin su presencia...
Y
esto, le hizo sonreír.
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