viernes, 16 de mayo de 2014

La Tejedora de historias: El globo, la estrella y la lágrima.


Vivía una tejedora 
dedicada a su pasión: 
tejía días y horas 
sin descanso o dilación. 
Cada retal era una historia, 
cada hilo una canción 
que unía sin demora 
las tramas de la acción. 
Todas aquellas historias 
salían de su corazón; 
y le preguntaba, observadora, 
su hija con emoción: 
- ¿Qué cuento, qué memoria 
tejes madre en esta ocasión? 
- "El globo, la estrella y la lágrima" toca ahora, 
escucha con atención.


            Había una vez una sonrisa amable; Había una vez un abrazo cálido; Había una vez unos ojos alegres; Había una vez unas mejillas sonrojadas... Había una vez todo lo que es bueno y hermoso para la imaginación del futuro y el recuerdo del pasado, en un momento del tiempo en el que el tiempo no existía, por lo que sólo habitaba el presente.
Había una niña pequeña. Que no era niña ni pequeña. Ni grande, ni alta, ni baja. Era Pensamiento, era Fe, era Espíritu,... era Alma. Era ella; y nadie más.
Tenía un globo blanquecino, algo transparente, lleno de perlas brillantes, luces y colores, al que atesoraba y quería como a su bien más preciado. Jugaba con él sin descanso y lo abrazaba con calidez y ternura... pero, quizá, con poco cuidado.
Ocurrió que un día lo abrazó con mucha emoción. Ocurrió que un día lo abrazó con mucha fuerza. Ocurrió que un día sus brazos lo rodearon y atravesaron... Ocurrió que él formó parte de ella y ella de él. Y ella se refugió en su interior, con una explosión de mil latidos marcando el tiempo y las mil caras de lo que podría ser: los destinos.
Alma observó todo y se empapó de la vida a su alrededor. Y vio su globo expandirse. Y vio su entendimiento expandirse. Y vio su conocimiento expandirse. Y vio su amor expandirse por ese pequeño universo de perlas brillantes, luces y colores. Y lo atesoró aún más. Y lo quiso aún más. Y se prometió a si misma que nunca dejaría de hacerlo.
Pero Alma, a veces, estaba triste. Algunos de aquellos mundos que crecían, nacían y morían a su alrededor parecían ignorar su presencia. O adorar erróneamente su presencia. O culpar a su presencia. En ellos no había término medio, ni principio, ni fin. Sólo caos y preocupación... Pero ella no perdía la esperanza. Ella era la Esperanza. Y el Amor. Y todo lo que es bello y hermoso.
Así que siguió viajando, observando, sintiendo. Siguió alentando, ayudando, viviendo. Y llegó un año, un día, un segundo concreto, en el que encontró un planeta aún no formado, de nubes de vapor y viento, persiguiéndose juguetonas en un remolino lila. Y vio que era un mundo nuevo. Y vio que era un mundo bello. Y esto le hizo sonreír.
El pequeño planeta se encontraba quieto, casi asustado, vagando a la deriva en la oscuridad, así que lo abrazó y acunó como una madre acuna a su recién nacido y le buscó un punto de luz, para que dejase de temblar de frío. Con mucho cuidado y con mucho amor, observó cómo las nubes se elevaban a su alrededor, cómo trotaban las aguas de Nabia y cómo pequeños pedazos de tierra empezaban a surgir sin ninguna forma concreta. Y esto le hizo sonreír.
Pero aquellas pequeñas islas, aun ricas en árboles y minerales, eran demasiado pequeñas para albergar comunidades sostenibles de animales. Por ello, Alma, queriendo que el planeta prosperase, pues le parecía muy bello, agrupó todos aquellos islotes en un lado del planeta y dejó el otro lado despejado y expectante. Y esto le hizo sonreír.
Y pensó Alma: <<Este planeta es bello, pero no podía tener vida. De la misma forma, yo era feliz fuera de mi pequeño globo, pero estaba sola. Ahora, a veces me pongo triste dentro de este globo grande, pero tengo compañía y una razón para existir. Parece ser que todo en la existencia tiene un lado bueno y otro malo...>>. Y observó Alma la existencia y todas sus criaturas y se dio cuenta de que tenía razón... Y aun así, esto le hizo sonreír.
Entonces, dirigió Alma otra vez su mirada a este nuevo mundo y pensó: <<No puedo poner en él algo bueno sin algo malo, pues no habría equilibrio, no evolucionaría y acabaría por perecer en la fría indiferencia,... como aquellas lunas casi muertas que visité>>. Entonces, decidió Alma, en su cavilar, que aquél sería el refugio de este pensamiento. Y esto le hizo sonreír.
Guardó Alma en este nuevo mundo su esperanza y su temor. Y su esperanza fue una gran estrella. Y su temor una lágrima rodeada de marismas venenosas. Y le pareció a Alma que estas tierras equilibrarían al pequeño mundo, le darían un futuro más fructífero y le permitirían prosperar con o sin su presencia...
Y esto, le hizo sonreír.



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