Abrazada por las
lenguas de fuego,
la oscuridad de una
noche sin luna,
sin viento, sin
estrellas, sin fortuna,
sin calma, sin cobijo,
sin sosiego.
Así fui encontrada y
así me entrego:
corazón sin muro o
defensa alguna,
palabra intencionada
que importuna,
que juega rebelándose
en el juego.
Podría ser escasa mi
armadura
contra un mundo feroz y
bien armado,
contra sus malas artes
y conjuras.
Es, quizá, mi intento
desesperado
sin saber si estoy sola
o a la altura
de aniquilar el veneno inculcado.