La silla chocó contra la pared de la
cocina, tirando el reloj al suelo. El respaldo cayó encima del reloj mientras
que las patas se rompieron y salieron por los aires: una contra la puerta, otra
junto a la nevera y dos encima de la mesa, sobre los restos del desayuno.
Varios vasos y platos rotos cubrían ya la encimera de toda la cocina, las ollas
estaban volcadas por los suelos, los armarios abiertos y las otras tres sillas
igualmente rotas.
Bennu ya no tenía mucho más que romper
allí. Cogió el cuchillo más grande que encontró y se dirigió hacia la puerta,
tan sólo parándose a mitad de camino para clavar el cubierto con rabia en el
cristal del microondas. Abrió la puerta de un tirón, estampándola contra la
pared a la vez que profería un grito, y se dirigió al salón en busca de más
cosas que destrozar sin piedad.
Ya hacía más de una hora que había echado
a Javi de su casa un poco de malos modos y sin ganas ningunas de volver a saber
nada de él ni de la policía en mucho tiempo. ¿A quién se le ocurría permitir
que robasen un cadáver? ¿Qué clase de inepto era incapaz de proteger la prueba
principal de un crimen? ¡Y más aún teniendo en cuenta que todavía no habían
finalizado la autopsia! ¿A qué estaban jugando?
El televisor nuevo del salón tampoco duró
mucho tiempo en su sitio. En cuanto Bennu atravesó la puerta de la estancia
tras abrirla de una patada, se dirigió directa a él y lo tiró, provocando un
pequeño estallido de chispas que podrían haber provocado un incendio de haber
tenido el suelo de madera o moqueta en vez de baldosas. Tras destrozar igualmente
algunos cojines, salió al pasillo y se dirigió a la siguiente puerta sin pensar
ni a dónde iba, la abrió de un golpe y se quedó plantada en el sitio con la
mirada perdida. Hacía ya mucho tiempo que no entraba en esa habitación.
Exactamente unos diez días.
Era la habitación de Mateo.
Bennu cayó de rodillas lentamente mientras
las lágrimas comenzaban a hacer acto de presencia. Se apoyó en el marco de la
puerta mirando al interior sin poder comprender por qué su niño ya no estaba
allí. La policía parecía haber respetado sus cosas y todo seguía tal y como él
lo había dejado: el ordenador en una esquina de la mesa, los libros de texto en
la otra esquina, las estanterías llenas de libros y cd’s de música, las paredes
llenas de pósters, fotos y recortes y, en la mesita, un gran portarretratos con
dos fotos: en la de abajo, una joven pareja sostenía en brazos a su sonriente
hijo de dos años; en la de arriba, ese mismo niño se abrazaba con fuerza a su
joven tía de catorce años. Había pasado una eternidad desde que esas fotos
habían sido tomadas. Tanto, que Bennu ya casi ni se acordaba de su existencia.
Con resignación y un poco más de calma, se
levantó lentamente y comenzó a andar hacia atrás con la mano en el pomo, sin
apartar la vista de las fotos hasta que la puerta se cerró por completo. Pasó
de nuevo por el baño para lavarse la cara un poco. Cogió su abrigo y su bolso y
salió de casa.
* *
*
- ¡Camarero! Otra cerveza, por favor.
- ¿Otra más, Bennu? ¿No has bebido ya suficiente? – Preguntó una
voz detrás de ella mientras una mano enguantada se apoyaba en su hombro y la
otra señalaba a los múltiples botellines qua ya llenaban la mesa.
Bennu giró lentamente la cabeza al
reconocer la voz y se encontró de lleno con una intensa mirada de ojos verdes.
- ¿Vi...Víctor?
- Caramero, que sean dos cervezas. –Dijo
Víctor mientras se quitaba su abrigo negro.
Posó el abrigo en una silla y tomó asiento
frente a ella, apoyó los codos en la mesa entrelazando los dedos ante el rostro
y volvió a clavar su mirada en la atónita Bennu.
- ¿Qué haces aquí? –Preguntó ella de forma
casi grosera.
- Estoy esperando a que el camarero me
traiga mi cerveza. –Respondió él sin inmutarse con la sonrisa estática y
misteriosa que le caracterizaba.
- No... Me refiero a qué has venido a este
bar... –Siseó Bennu algo confusa.
- A tomarme algo contigo.
- ¿Aquí? ¿En este barrio? Como el otro día
te vi... ¿en el parque?... En el parque. Pensé que vivirías por mi barrio...
¿Vives por aquí?
- No, no vivo por aquí.
- Entonces... ¿Vivimos en el mismo barrio?
- No, no vivimos en el mismo barrio.
- Entonces, ¿qué hacías en aquel parque y
qué haces en este bar?
- Esa no es la pregunta, Bennu.
- ¿Y cuál es la pregunta?
- ¿Qué
haces tú aquí?
- Dar una vuelta. Necesito despejarme
–Contestó ella apartando la mirada.
- ¿Despejarte? ¿Metida en un bar? –Se
burló Víctor.
- Me apeteció tomar algo y entré aquí...
- Qué curioso... te apeteció tomar algo en
un bar que queda casi al otro lado de la ciudad desde tu casa y que esta a tan
sólo dos calles de la casa de tu mejor amiga... y además debías tener mucha
sed, te has bebido ya unas diez cervezas...
- Eso ha sido coincidencia. –Dijo Bennu
mirando para otro lado y empezando a cansarse de que un desconocido se
entrometiese en su vida.
Víctor se quedó callado apenas diez segundos
mirándola con una pequeña duda en los ojos, como si necesitase pensar qué decir
a continuación. De repente, apoyó los brazos enteramente sobre la mesa, se
inclinó hacia adelante y la miró aún con mayor intensidad y seriedad.
- ¿Y crees que a tu hijo le habría gustado
que te sentases en un bar a emborracharte y lamentarte en vez de salir a buscar
su cuerpo?
Bennu se quedó paralizada tratando de
procesar lo que Víctor acababa de decirle. Él aprovechó para ponerse en pie y
recoger sus cosas con intención de marcharse.
- Espera... –Balbuceó Bennu alzando la
cabeza y sujetándole un brazo- ¿Quién eres?
Víctor sonrió de medio lado con picardía
de esa forma que tanto le caracterizaba. Cogió la mano que aprisionaba su
brazo, la posó con suavidad sobre la mesa y la soltó con una suave y lenta
caricia.
- Saluda al inspector Martínez de mi
parte... seguro que le alegra el día. –Añadió sarcásticamente, dándose la
vuelta en dirección a la puerta con una sonrisa aún mayor.
- Apúntalo todo a mi cuenta... como
siempre. –Le pidió él al camarero en un susurro, cuando pasaba ante la barra.
Bennu, aún atónita desde su silla, se giró
y le grito:
- ¡¡Dime quién eres!!
Pero su fuerte grito chocó contra una
puerta de cristal ya cerrada. Al otro lado, en la calle, un largo abrigo negro
se perdió rápidamente entre la gente.
El camarero trajo las dos cervezas y ella bebió
un largo trago de cada una a toda prisa, sin importarle la cara de asombro y
preocupación de las pocas personas presentes en el bar. Recogió también sus
cosas y abandonó el local.
Las calles se antojaban todas iguales
hasta el punto de que parecían cambiar sólo de nombre. Comenzó a andar sin
rumbo un poco mareada y sin saber muy bien dónde estaba. El cielo comenzó a ser
cada vez más gris, los carteles tenían letras que ya no decían nada, la gente
pasaba a la vez deprisa y despacio, los coches se movían y el suelo también. Le
dolían los ojos, le picaba la garganta, le costaba respirar...
Por fortuna, llegó a un lugar que creyó
reconocer. Una puerta. Un panel de timbres. Un botoncito al lado del cartel “2º
D”. Sin saber muy bien qué estaba haciendo, pulsó ese botón y se apoyó en la
puerta. Una curiosa voz juvenil de mujer preguntó.
- ¿Quién es?
Bennu, en un pequeño momento de lucidez,
se percató de lo que había hecho y, con su último aliento de voz susurró:
-
Alicia...