La puerta de entrada se cerró de un
sonoro portazo al recibir una patada completamente malintencionada. El bolso
calló al suelo, la chaqueta en el sofá y las llaves en la mesita del café. Una
mosca revoloteó alrededor de la cabeza de Lía, redefiniendo en su mente el
significado de la palabra mosqueo.
¿Qué necesitaba para poder considerarlo cabreo?
¿comprarse una cabra o estar como una cabra?
La verdad es que muy cuerda no debía
estar, no. No podía estarlo si aún guardaba algún atisbo de esperanza después
de otro desplante como aquél. ¿Pero quién se creía él que era para tratarla
así? No esperaba que le dedicase toda su vida y su tiempo, pero... había
límites. En toda relación hay límites: de respeto, de educación, de
paciencia,... y ninguno se merece ser traspasado sin pena ni gloria.
Pero aun así, Lía no lo tenía claro.
Necesitaba tomar una decisión, una decisión que llevaba tiempo postergando pero
que debía resolver por su propio bien. ¿Qué opción merecía realmente la pena?
Como de costumbre, acudió a su
consultor anónimo, Tumblr. Aunque originalmente no hubiese creado su cuenta
para dicho fin, parecía que desde la primera vez que se animó a describir uno
de sus problemas allí no era capaz de tomar una decisión filosófica definitiva
sin antes presentar el caso ante la sabiduría popular de las redes.
<<¿Qué es la cobardía verdaderamente? ¿Abandonar a medias cuando ya no
puedes más o no abandonar por miedo a quedarte sola? ¿Qué coraje importa más?
¿El coraje de seguir luchando o el coraje de cerrar la puerta y no mirar atrás?
Al
fin y al cabo, lo aprendido siempre se queda contigo...vayas donde vayas,
decidas lo que decidas. No se puede borrar el pasado, sólo cambiar de rumbo,
para bien o para mal.
Y
¿qué hay de los años “perdidos”? ¿Qué tan perdidos están entonces? La juventud “divino
tesoro, ya te vas para no volver (cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro
sin querer)” que diría Rubén Darío... Y yo lloro... queriendo y sin querer. Y
no puedo decidir entre lo uno y lo otro y los meses pasan... y la derrota y el
dolor aumentan en intensidad a la vez que el número de días pasados, pensando,
decidiendo... Cuanto más tiempo pasa más quiero dar la vuelta, pero al echar la
vista atrás más largo es el camino de regreso.
¿Qué
opción supondría, entonces, ser cobarde? ¿Cuál valiente? ¿O acaso estoy
destinada a sentirme ambas por siempre?
Pero
¡¿qué hago ahora?!
Con lágrimas en los ojos y un nudo en
la garganta, Lía pulsó el botón de publicar.
No tenía nada claro, cuanto más lo
pensaba más lejos se sentía de encontrar la respuesta...
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