Por qué.
Por qué preguntan tus labios;
esos
temblorosos mendigos
de
algún otro beso vacío,
de
algún otro ingenuo engaño.
Tus
ojos, ya cansados,
observan
una y otra vez
la
lluvia sobre los tejados
y
miran sin querer ver
la
profundidad de su abismo
lamentándose
con descaro.
Cuánto
daño hace el destino,
la
promesa de algo tan falso,
la
creencia de que el ayer
ya
había sido planeado
y
que nuestra madurez
nos
tiene un camino guardado.
Dijo
un poeta peregrino
que
el camino se hace andando
y
yo, en mi atrevimiento, añado
que
también se construye sudando,
partiendo
antes del amanecer,
la
oscuridad ofreciendo su amparo
tanto
a ti como a tus enemigos,
a
través de campos de olivos
y,
otras veces, praderas de cardos.
No
es justo, a mi parecer,
que
siempre culpes, sin motivo,
de
tus desgracias a todo aquél
que
algún día pasó por tus brazos;
que
la responsabilidad de tu sino
recaiga
sobre cualquier extraño;
que,
deshaciendo y sin hacer,
pretendas
seguir esquivando
la obligación sobre tus actos.
En
la vida ocurre lo mismo
siempre,
para qué negarlo:
nos
esforzamos por creer,
por
recorrer el camino,
por
seguir siempre luchando.
El deber de todo individuo
sobre asuntos que involucran su ser,
es
también suyo y ha de aceptarlo.
Sé
que la vida es dura y cruel,
que
la historia está llena de llantos,
pero
nadie dijo que sería bonito
sencillo,
rápido o claro.
La
risa, en su abrazo infinito,
premio
que anhelamos poseer
y
lucir como el mejor regalo,
no
debe dejar en el olvido
un
recuerdo grabado en la piel
y que se antoja el más amargo:
Y es que,
incluso al nacer,
todos
lo hacemos llorando.
¡Qué orgullosa me siento de haberte tenido dentro de mí! ¡Qué bonito todo lo que escribes! Tú sabes que la vida no es un camino de rosas, pero estoy segura que con tu personalidad y tu potencial, sabrás apartar las espinas o, por lo menos, curar sus heridas cuando no puedas esquivarlas.
ResponderEliminarTe quiero mi niña