lunes, 12 de agosto de 2013

La merienda

   Nicolás abrió la nevera y cogió el cartón de zumo. Abrió el armario y sacó una tableta de chocolate. Se acercó al grifo de la cocina y se lavó las manos con agua. Después fue hacia la bolsa del pan y cogió un bollo.
   Su abuelo, vigilante silencioso y guardián de los quehaceres de su nieto -como de costumbre-, le observaba sentado a la mesa y con una sonrisa en los labios. El niño, ajeno a la expresión de su admirado héroe y consejero, continuaba preparándose él solo la merienda como le habían enseñado. El bollo ya estaba casi cortado, así que sólo necesitó abrirlo un poco con las manos, meter un pedazo de chocolate y verter el zumo en un vaso.
   Con mucha cara de tener prisa y querer acabar con aquél ritual cuanto antes, Nicolás se sentó a la mesa y comenzó a comer casi sin masticar mientras su abuelo aún le miraba.
   - ¿Por qué comes tan deprisa? -Le preguntó a su nieto.
   - Quiero salir a jugar. -Respondió él con la boca llena.
   - ¿Es muy importante salir a jugar?
   - Sí... supongo. Dentro no tengo nada que hacer.
   - ¿Cómo que no? Dentro tienes que merendar.
   Nicolás paró en seco y miró a su abuelo frunciendo el entrecejo sin entender.
   - Pero abuelo... ¿no me ves? estoy merendando.
   - No. Estás tragando muy deprisa unos alimentos a los que no les estás prestando ninguna atención.
   - Es comida -respondió él, poniendo los ojos en blanco- si no les doy los buenos días no van a notar la diferencia.
   El abuelo se rió y le miró con un poco de pena.
   - Eso que tú llamas sólo comida no llegó a casa por arte de magia, hijo. El zumo de la nevera no se formó solo dentro del cartón, el cacao no crece en los árboles en forma de tabletas de chocolate, el bollo no siempre fue así ni lo compramos ya cortado y el agua del grifo tiene que venir de algún sitio y de algún modo.
   - Eso ya lo sé. Las cosas las hace alguien y nosotros pagamos para comprarlas ya así y ahorrar tiempo.
   - Sí. Pero ese tiempo no vale de nada si desprecias a quien o lo que te lo otorgó -continuó el abuelo.- ¿De qué te vale tener más tiempo si viajas por el mundo sin fijarte en lo que hay alrededor? En esta vida hay un momento para cada cosa y lo que hace un viaje bonito no es el destino, es el camino. Nunca des las cosas por hechas ni nada por sentado; todo funciona de algún modo porque todos trabajamos para que sea así, pero eso no significa que algún día pueda cambiar y pillarte desprevenido. No mires, observa; no oigas, escucha; no toques, palpa; no comas, saborea. Aprovecha siempre cada momento para aprender y experimentar lo que ocurre a tu alrededor, sin tener tanta prisa por salir a jugar. Ya verás como, cuando por fin salgas, lo disfrutarás más y mejor por haber salido cuando debías hacerlo y no antes... porque sabrás apreciarlo.



2 comentarios:

  1. Cierto como la vida misma. Este abuelo de Nicolás sabe mucho. "Hay que disfrutar el camino..."
    Me encanta.

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