La vieja fábrica seguía tan abandonada y
mugrienta como la última vez, pero algo había cambiado: Esa tarde, no había
llegado con retraso; esa tarde le tocaba esperar.
En una esquina un tanto sombría y de
espaldas a la puerta, esperaba a su compañero. Le hubiese gustado mostrar su
impaciencia zapateando con el pie en el suelo, pero no quería arriesgarse a ser
descubierto por algún curioso no deseado que pudiese pasar por allí. Ni
siquiera pensaba permitirse el lujo de respirar demasiado fuerte.
Nadie, absolutamente nadie, le habría
descubierto en aquél rincón de no haber sabido de antemano que se encontraba
allí.
Su
compañero se adentró deprisa y sin vacilar. Tras asegurarse de que no había
nadie por la zona, se dirigió directamente hacia él y se detuvo a escasos
metros en silencio.
El primero se dio la vuelta lentamente,
clavó sus ojos verdes en los del otro y le interrogó con una mirada inquisitiva,
suspicaz y un tanto irónica.
- Está hecho. -Sentenció su compañero con
voz solemne.- La verdad es que no ha sido nada difícil. Ahora vuelve a tocarte
a ti. Espero de esta vez un trabajo un poco más limpio por tratarse de algo más
delicado...
- ...en el que cualquier error nos dejaría
al descubierto. -Completó él en un susurro aterciopelado.- Lo sé. Me lo has
dicho un millón de veces.
- Pues entonces creo que no debería hacer
falta que te lo recuerde tan a menudo. –Le espetó el recién llegado con cierta
dureza.
- Déjame actuar a mí. Sé lo que hago. Al
fin y al cabo, soy yo el que limpia los trapos sucios. –Respondió el de ojos
verdes, manteniendo calma sin esfuerzo.- Es muy fácil hablar cómodamente
sentado en el despacho de papá...
- ¡Cállate! –Explotó el segundo.- Si no
fuese por esa tapadera tú y yo ya estaríamos muertos y enterrados, ¿me oyes?
Gracias a eso tenemos todas las coartadas posibles, buenos contactos y esta
vieja ruina abandonada, entre otras cosas. No podemos permitirnos ningún fallo.
Ahora no.
- Lo sé. Por eso he estado dándole vueltas
a una cosa. Acerca de esta fábrica. No podemos volver. Y menos de día. Empieza
a ser sospechoso.
- Puede. Pero déjame eso a mí. Yo me
encargo. Limítate a cumplir cuanto antes el próximo paso. A poder ser, hoy mismo.
Y sin conceder más menciones ni
oportunidades de responder, su compañero dio media vuelta y se marchó
rápidamente con aires un tanto ofendidos.
<<Niños de papá...no puedes ni soplarles sin que les parezca mal. Aún no
me explico cómo he acabado con alguien así. Si no fuese porque sé que me
conviene, hace años que me habría deshecho de él. Al fin y al cabo, antes me
las arreglaba yo solo...>>
<<Pero ahora no. Le necesito tanto como él a mí. Por mucho que a ambos
nos desagrade cada vez más la idea. Maldito dinero...>>
* * *
El centro se encontraba silencioso y en
calma. Como de costumbre.
Aparcó delante de la puerta y se abrochó
hasta arriba su larga gabardina negra antes de salir del coche. Como de costumbre.
Se acercó despacio a la puerta y mostró su
identificación al guardia de la entrada. Como de costumbre.
En cuanto le dejaron pasar, se adentró
por el primero de los pasillos que encontró sin molestarse en disimular su
sonrisa. Le encantaba la elevada posición social que en aquel entonces poseía.
Prácticamente ninguna otra condición o posición laboral le hubiese permitido
acceder a aquél lugar con tanta libertad.
Dando un gran rodeo, para no levantar
sospechas frente a los pocos vigilantes que guardaban un edificio tan grande,
se coló finalmente en la sala que buscaba, agradeciendo que aquello fuese tan
antiguo y tan poco interesante que a
nadie se le hubiese ocurrido colocar cámaras de seguridad.
Además, con la cantidad de problemas de
los últimos meses, el escaso personal estaba tan cargado de trabajo que, si no
fuese por el registro de entrada, nadie tendría por qué saber que había estado
allí.
Echó un vistazo rápido al desierto pasillo
antes de cerrar la puerta de la Sala 5 con el menor ruido posible. Poniéndose
unos guantes de látex, se acercó a unas grandes cámaras cerradas herméticamente,
localizó la que le interesaba, sacó de su bolsillo una pegatina adhesiva de
colores y la pegó en la puerta para asegurarse de encontrarla rápido.
Al volver al pasillo, se aseguró de dejar
entreabierta la salida de emergencia más cercana.
Tras todo esto, el primer paso de la parte
más difícil quedaba hecha... ya sólo faltaba acercarse a saludar al director
general, la coartada perfecta. Al fin y al cabo su trabajo consistía en parte
en preocuparse de todo lo que allí acontecía. ¿Quién iba a sospechar?
* * *
El centro continuaba silencioso y en
calma.
Las luces y las cámaras exteriores estaban
apagadas.
La noche había llegado, anunciando a los
trabajadores la hora de volver a casa, la hora de dejar el recinto vacío a
excepción de un único vigilante nocturno.
Ilusos...se lo habían puesto demasiado
fácil. Tanto, que la facilidad constituía una auténtica tentación de dejarles
un regalito. Una marca, una seña...una burla a su confianza en sí mismos. Pero
le había prometido a su compañero que haría un trabajo limpio. Al fin y al cabo,
sólo era eso: trabajo. Lo mejor sería terminar cuanto antes sin dejar rastro
alguno.
Volvió a colocarse los guantes y salió
del coche. Esta vez había aparcado al otro extremo de un descampado cercano,
tras varios montones de chatarra, después de haber conducido hasta allí sin
luces.
Caminó sigiloso como el gato que en parte
era, hasta llegar al gran edificio. La vestimenta negra que le había acompañado
gran parte del día y la ausencia de farolas hicieron el resto.
Se pegó a la pared de la parte de atrás,
tratando de alejarse de las ventanas, y escudriñó entre las sombras hasta dar
con el lugar exacto en el que se encontraba la puerta de emergencia que él
mismo había dejado abierta. Tras escuchar atentamente y asegurarse de que el
vigilante no andaba cerca, entró y se dirigió directamente a la Sala 5.
Abrió la puerta marcada con la pegatina,
sacó de malos modos una bolsa negra enorme que había en su interior y cerró.
Abrió la bolsa para asegurarse y miró con desprecio el contenido en su
interior.
- Vaya, parece que volvemos a vernos, aunque
esta vez no por mucho tiempo... -Susurró mientras cerraba la bolsa de nuevo.
No sin esfuerzo, cargó la bolsa helada
sobre su espalda, retiró la pegatina, se aseguró de no haber dejado huellas y
se esfumó de aquel lugar dejándolo todo cerrado tal y como estaba.
Como había pensado aquella misma tarde,
nadie sabría nunca que había estado allí...