martes, 24 de septiembre de 2013

Sobrevolando el infierno - Capítulo VII: Sólo me gusta jugar contigo.



     En la calle llovía mucho y la gente sin paraguas corría tratando de avanzar sin mojarse de soportal en soportal. <<Parecen las hormiguitas del patio de atrás cuando corren>>, pensó la niña mirando aburrida a través de la ventana.
     - ¡Bennu! -gritó una voz conocida desde las escaleras- ¡Bennu! ¿Dónde te has metido?
     - ¡Estoy aquí, Ari! -respondió la niña con voz cantarina- ¡En la habitación del fondo!
     Bennu oyó el sonido de unos pasos acercándose por el pasillo. Unos pocos segundos después, la puerta se entreabrió y apareció la cabecita de una niña muy guapa y sonriente de unos diez años. Tenía unos ojos enormes y redondos de color avellana, la piel muy blanca adornada con pequeñas pecas y sujetaba su media melena pelirroja con una vieja diadema de madera muy gastada.
     - Así que estabas aquí, ¿eh? y yo buscándote por todo el edificio... -le regañó sonriente- Ven, corre, tenemos que bajar. La Madre Superiora quiere hablar con todas nosotras...sobretodo contigo y conmigo.
     - Vaaale, voy. -Dijo la pequeña Bennu con resignación- Pero luego ¿jugarás conmigo?
     - Pero ¿por qué nunca juegas con las demás niñas de tu edad? ¿Por qué no vas con Laura, Patri, Nuria, Eva,...?
     - Pero yo quiero jugar contigo. ¡Sólo me gusta jugar contigo! y que estemos siempre juntas... -suplicó la pequeña abrazándose a la mayor con fuerza.
     - Bueno, vale, luego jugamos un poco -concedió Ariadna riéndose- pero vámonos ya si no queremos que nos regañen y quedarnos sin postre esta noche...
     - ¡Sí! -dijo Bennu triunfante agarrando a Ariadna de la mano con una sonrisa enorme, con la sensación de haber conquistado el mundo entero...


     El móvil sonó un par de veces. Antes de que sonase la tercera, Bennu desenroscó uno de sus brazos de entre las sábanas y lo cogió de la mesita de mala gana, contestando sin mirar siquiera quién la llamaba tan temprano.
     - ¿Diga?... ¿qué?... no... no, no tengo ninguna queja... no, no las conozco... no, no se moleste, no me interesa... no gracias, ya le he dicho que no, no me interesa cambiar de compañía y, por el amor de Dios, ¡hagan el favor de no llamar tan temprano un domingo!
     Colgó de mala gana y se levantó lentamente, encaminándose a su cuarto de baño. Apoyó ambas manos en el lavabo y se miró al espejo. Le devolvieron la mirada unos grandes ojos redondos de color avellana, medio ocultos por algunos mechones de su melena pelirroja completamente despeinada y alborotada tras un sueño extraño... De hecho, ni siquiera había sido un sueño...
    Sin molestarse lo más mínimo en arreglarse un poco, volvió a su habitación y revolvió en los múltiples cajones hasta encontrar lo que buscaba: una caja, aparentemente sin importancia ni nada de especial. La abrió y sacó de ella un objeto cuidadosamente envuelto en una tela. Apartando la tela a un lado, se acercó a la ventana para observar mejor el pequeño marco de fotos que envolvía y la foto colocada en él.
     Bennu sonrió mientras acariciaba fugazmente el retrato de dos chicas muy jóvenes casi tan parecidas como dos gotas de agua. Se encontraban sentadas en un sofá y, la mayor, rodeaba con un brazo los hombros de la menor mientras que su otra mano se encontraba posada sobre su vientre abultado, a causa de su sexto o séptimo mes de embarazo. Ambas sonreían ampliamente al fotógrafo y padre de la pequeña criatura a la que le faltaba poco para nacer, sin ser conscientes de lo que el futuro tenía reservado para todos ellos.
     - Y pensar que en aquel momento comenzábamos a creer que seríamos felices para siempre... -recordó Bennu en voz alta- Nuestra vida era perfecta, perfecta para nosotros, y lo fue durante mucho tiempo...
     Con la fotografía aun en sus manos y los ojos húmedos, se sentó a los pies de la cama.
     - Por fin habíamos salido de aquel oscuro y frío orfanato. Tú y David estabais juntos... estábamos los tres juntos... y poco tiempo después fuimos cuatro: David, el pequeño Mateo, tú y yo...
     Bennu calló de repente al sentir un nudo en el estómago. Parpadeó un par de veces y se secó con la manga del pijama dos pequeñas lágrimas que sus párpados no pudieron retener.
     - ¡Oh, Ari! ¡Te echo tanto de menos!... Hermana... yo sólo quería estar contigo... ¡quería jugar sólo contigo! y que estuviésemos juntas para siempre...
     Pequeñas lágrimas comenzaron a inundar la lisa superficie del cristal que protegía la foto. En esta ocasión, Bennu no hizo nada por intentar detenerlas. Tan sólo, se dejó caer hacia atrás, abrazada al marco, y se volvió a enroscar en el interior de las mantas como un bebé, llorando desconsoladamente, hasta quedarse de nuevo dormida.



No hay comentarios:

Publicar un comentario