En la
calle llovía mucho y la gente sin paraguas corría tratando de avanzar sin
mojarse de soportal en soportal. <<Parecen las hormiguitas del patio de atrás
cuando corren>>, pensó la niña mirando aburrida a través de la ventana.
-
¡Bennu! -gritó una voz conocida desde las escaleras- ¡Bennu! ¿Dónde te has
metido?
-
¡Estoy aquí, Ari! -respondió la niña con voz cantarina- ¡En la habitación del
fondo!
Bennu oyó el sonido de unos pasos acercándose
por el pasillo. Unos pocos segundos después, la puerta se entreabrió y apareció
la cabecita de una niña muy guapa y sonriente de unos diez años. Tenía unos
ojos enormes y redondos de color avellana, la piel muy blanca adornada con
pequeñas pecas y sujetaba su media melena pelirroja con una vieja diadema de
madera muy gastada.
- Así que estabas aquí, ¿eh? y yo buscándote
por todo el edificio... -le regañó sonriente- Ven, corre, tenemos que bajar. La
Madre Superiora quiere hablar con todas nosotras...sobretodo contigo y conmigo.
-
Vaaale, voy. -Dijo la pequeña Bennu con resignación- Pero luego ¿jugarás
conmigo?
-
Pero ¿por qué nunca juegas con las demás niñas de tu edad? ¿Por qué no vas con
Laura, Patri, Nuria, Eva,...?
-
Pero yo quiero jugar contigo. ¡Sólo me gusta jugar contigo! y que estemos siempre
juntas... -suplicó la pequeña abrazándose a la mayor con fuerza.
-
Bueno, vale, luego jugamos un poco -concedió Ariadna riéndose- pero vámonos ya si
no queremos que nos regañen y quedarnos sin postre esta noche...
-
¡Sí! -dijo Bennu triunfante agarrando a Ariadna de la mano con una sonrisa
enorme, con la sensación de haber conquistado el mundo entero...
El
móvil sonó un par de veces. Antes de que sonase la tercera, Bennu desenroscó
uno de sus brazos de entre las sábanas y lo cogió de la mesita de mala gana, contestando
sin mirar siquiera quién la llamaba tan temprano.
-
¿Diga?... ¿qué?... no... no, no tengo ninguna queja... no, no las conozco...
no, no se moleste, no me interesa... no gracias, ya le he dicho que no, no me
interesa cambiar de compañía y, por el amor de Dios, ¡hagan el favor de no
llamar tan temprano un domingo!
Colgó
de mala gana y se levantó lentamente, encaminándose a su cuarto de baño. Apoyó
ambas manos en el lavabo y se miró al espejo. Le devolvieron la mirada unos
grandes ojos redondos de color avellana, medio ocultos por algunos mechones de
su melena pelirroja completamente despeinada y alborotada tras un sueño
extraño... De hecho, ni siquiera había sido un sueño...
Sin
molestarse lo más mínimo en arreglarse un poco, volvió a su habitación y
revolvió en los múltiples cajones hasta encontrar lo que buscaba: una caja,
aparentemente sin importancia ni nada de especial. La abrió y sacó de ella un
objeto cuidadosamente envuelto en una tela. Apartando la tela a un lado, se
acercó a la ventana para observar mejor el pequeño marco de fotos que envolvía
y la foto colocada en él.
Bennu
sonrió mientras acariciaba fugazmente el retrato de dos chicas muy jóvenes casi
tan parecidas como dos gotas de agua. Se encontraban sentadas en un sofá y, la
mayor, rodeaba con un brazo los hombros de la menor mientras que su otra mano
se encontraba posada sobre su vientre abultado, a causa de su sexto o séptimo
mes de embarazo. Ambas sonreían ampliamente al fotógrafo y padre de la pequeña
criatura a la que le faltaba poco para nacer, sin ser conscientes de lo que el
futuro tenía reservado para todos ellos.
- Y
pensar que en aquel momento comenzábamos a creer que seríamos felices para
siempre... -recordó Bennu en voz alta- Nuestra vida era perfecta, perfecta para
nosotros, y lo fue durante mucho tiempo...
Con
la fotografía aun en sus manos y los ojos húmedos, se sentó a los pies de la
cama.
- Por
fin habíamos salido de aquel oscuro y frío orfanato. Tú y David estabais
juntos... estábamos los tres juntos... y poco tiempo después fuimos cuatro:
David, el pequeño Mateo, tú y yo...
Bennu
calló de repente al sentir un nudo en el estómago. Parpadeó un par de veces y
se secó con la manga del pijama dos pequeñas lágrimas que sus párpados no pudieron
retener.
-
¡Oh, Ari! ¡Te echo tanto de menos!... Hermana... yo sólo quería estar contigo...
¡quería jugar sólo contigo! y que estuviésemos juntas para siempre...
Pequeñas lágrimas comenzaron a inundar la lisa superficie del cristal
que protegía la foto. En esta ocasión, Bennu no hizo nada por intentar
detenerlas. Tan sólo, se dejó caer hacia atrás, abrazada al marco, y se volvió a
enroscar en el interior de las mantas como un bebé, llorando desconsoladamente,
hasta quedarse de nuevo dormida.
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