martes, 13 de enero de 2015

La tejedora de historias: Corazón de hielo


 Vivía una tejedora 
dedicada a su pasión: 
tejía días y horas 
sin descanso o dilación. 
Cada retal era una historia, 
cada hilo una canción 
que unía sin demora 
las tramas de la acción. 
Todas aquellas historias 
salían de su corazón; 
y le preguntaba, observadora, 
su hija con emoción: 
- ¿Qué cuento, qué memoria 
tejes madre en esta ocasión? 
- "Corazón de hielo" toca ahora, 
escucha con atención.


            "Fue y es, como ha sido siempre, misión de aquellos que trabajan al amparo de Alma la de custodiar las misteriosas y míticas puertas sagradas con recelo y cuidado, vigilando sin descanso quién las cruza y las traspasa. Su cometido es vital y primordial para la seguridad de nuestro mundo, pero también para todos aquellos que desconocen la inmensidad del universo y la identidad de los extraños que les visitan con la oscuridad de la noche... y de sus propias almas.
            Siendo un trabajo tan importante, no es hoy ningún secreto que sus ubicaciones fueron antaño secretas, para evitar el desastre que algunas fugas ingenuas, aventureras o peligrosas pudiesen causar. Tampoco son hoy desconocidos para muchos los límites a los que algunos estaban dispuestos a llegar para evitar lo que parecía inevitable,... el traspaso del Umbral y el despertar de la Dama de hielo.

            Corrían tiempos de paz y felicidad en un continente en el que Pronto parecía brillar por primera vez. Los Malditos habían sido exiliados a Seteh, las seis hermanas habían concluido su visita, las instituciones de las seis Terrae comenzaban a caminar solas y los erlinos parecían confiar unos en otros de nuevo, al igual que en sí mismos. Tal era la felicidad y dicha que les embargaba, que a alguien algún día, se le ocurrió la feliz idea de decir: “las nubes que parecían oscurecer el cielo, bajaron al suelo para acompañarnos y que podamos ver la luz”; y así fue como nuestras seis instituciones serían conocidas como Nubes a partir de ese momento.
            Pero con las seis hermanas de vuelta a donde quiera que hubiesen ido, el conocimiento de las puertas sagradas y cómo traspasarlas permaneció con los erlinos... pero no tanto la protección que ellas ejercían sobre los Umbrales, la cual recayó en la joven Orden de los Ermitaños.
            Sucedió –como sucede siempre- que los Malditos querían recuperar su poder salvaje de antaño y dejar que el miedo y el poder de la fuerza bruta cabalgasen rampantes y desbocados por el continente de la estrella. Sucedió también que, para desgracia de los ermitaños, una de las puertas se encontraba escondida en algún lugar de Seteh y, más si cabe que a ninguna otra, debían protegerla.
            Pero no lograron mantenerla oculta por mucho tiempo.
            En lo más profundo y frío de la más profunda y fría cueva, dos ermitaños perdieron la vida una noche justo antes del fin de su turno. Los dos que deberían sustituirles más dos agentes de refuerzo, siguieron su suerte a la noche siguiente. La puerta había sido descubierta, su Umbral claramente traspasado y su difícil protección en terreno tan angosto ponía en peligro todo aquello por lo que luchaban.

            Los gobernadores se reunieron y opinaron, ofreciendo la solución de soldarla, pues la propia estructura de la puerta estaba construida en el metal sagrado de las hermanas y podría ser sellada de esta forma. Pero a muchos no les pareció suficiente o duradero; el sello podría ser fácilmente derretido por los criminales.
            Entonces la primera Suma y Única Sacerdotisa de Alma, la angelical Ninlil, la entonces llamada Dama de blanco, por cuya sabiduría y calidez era amada y respetada en toda Erlia, tomó bajo su responsabilidad el conseguir una solución y pidió a su joven discípula y futura sucesora que la acompañase de vuelta a su santuario sagrado para meditar y rezar a Alma. Éste se encontraba en el cabo más septentrional, tras cruzar las más escarpadas montañas del continente, en un lugar hoy desierto, donde no queda nada; donde se dice que el viento sopla tan fuerte que ayuda al espíritu a volar;.
            Alma acudió en su ayuda y le otorgó una solución. En la estepa invernal que es Seteh, ninguna llama mortal ardería lo suficiente para soldar la puerta, pero tampoco para derretirla. La Sacerdotisa sería bendecida con un poder espiritual, una fuerza interior con la que Alma canalizaría su propio poder a través de su querido ángel y congelaría la puerta. Pero Ninlil debía tener cuidado: Hasta que el proceso terminase, no debía perder nunca el contacto físico con la puerta.
            Llegó el día señalado y un gran destacamento de tropas se adentró en Seteh para asegurarse de proteger a la Sacerdotisa, pero estos eran los primeros tiempos, la era en la que los Malditos eran todavía muy fuertes, estaban llenos de ansias de sangre y no había nada que les importase perder más que aquella puerta: su única vía de escape del infierno congelado.
En medio de una batalla encarnizada, tan sólo unos minutos antes de que Ninlil finalizase, dos asesinos se abrieron paso hasta la sacerdotisa y consiguieron apartarla de la puerta. Pero ya era demasiado tarde.
            Era demasiado tarde para los malditos, pues la puerta, aun no estando sellada del todo, ya era infranqueable. Era demasiado tarde para los dos asesinos, pues el hielo que fluía a través de la mujer los congeló al instante. Era demasiado tarde para la sacerdotisa, pues este hielo que aún albergaba su cuerpo no encontró una nueva vía de escape y se alojó en su corazón, congelándolo para siempre y, con él, su sonrisa y su dulzura. La Dama de hielo había despertado.
            Los médicos lo intentaron todo, los ermitaños lo estudiaron todo, pero el espíritu de Ninlil estaba tan maldito como la tierra que lo destrozó. Tras años impasibles sin solución, despojada y alejada de su vida y de su cargo, prendió fuego a su santuario en un intento demente de dejar tras ella algo cálido en el mundo y se acercó al abismo del acantilado que hoy lleva su nombre, dejando que aquel fuerte viento se llevase tanto su espíritu como su cuerpo.
            Es por esa razón y por su memoria que, a partir de ese momento, todas las generaciones de sacerdotisas no poseen ningún lugar concreto de residencia y que las altas montañas del norte se conocen como los Montes Suicidas, pues sólo aquellos que desean entregar su vida a los vientos y a las aguas de Nabia se aventuran a traspasarlos.



            En cuanto a la puerta sagrada, permanece cerrada, pues ningún fuego mortal puede arder lo suficiente en la estepa congelada para derretirla. Pero, como el trabajo no fue terminado, cuentan las leyendas que quizá haya un fuego que si pueda: un fuego inmortal; la clase de llama que no arde en la tierra sino en el alma, persistente e insistente, alimentada por todas aquellas pasiones que alborotan las aguas, agitan los vientos y desatan tormentas."




4 comentarios:

  1. ¡Guau, qué profundo! Cada vez vamos conociendo más detalles, por medio de la tejedora, sobre Erlia y sus historias. Estoy asombrada de la imaginación que tienes y cómo lo expresas-

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    1. Me alegro de que te parezca profundo y no un lío. Jajajaja.
      Conocer más detalles de Erlia es la principal finalidad de estas historias. No hay mejor forma de conocer a un pueblo que a través de sus mitos, pues muestran su forma de pensar y qué les importa realmente de la vida. Espero estar consiguiéndolo como Erlia y los erlinos se merecen.
      Muchas gracias por comentar y espero que te sigan gustando.

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  2. Buenísimo, sigue así.

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