Y otra vez el tren; lleno de
ruido, vacío de humo, se oyen suspiros... de sueño. Y sin dueño ni rumbo viajan
algunos, grandes y pequeños a la vez. Por muchos caminos bajamos, subimos, al
derecho y al revés; y nos dormimos.
Adiós parada mía, ahí te quedas,
querida, esperando por mis pies y yo durmiendo primero y llorando después por
mi desliz descuidado...
Lo siento, me he pasado... pero
volveré...
Siempre me complico la vida sin
saber por qué. Me levanto, me acuesto, me duermo otra vez. Y el día acaba y el
siguiente comienzo... Y yo pienso todo mil veces, le doy vueltas al seso y lo
repienso otras cien. Como ahora mismo en este tren.
¿Por qué me he dormido? ¿Por qué
he sucumbido a un cansancio y desconcierto que no he de tener? ¿Qué pensaba mi
mente en este momento? Madre mía, ¡¿Por qué?!
Como un puñetazo me ha dolido
despertar en este tren. Y la realidad que me empuja hacia abajo y me quiere
mantener lejos del sueño, hace añicos mi dignidad y la lejana posibilidad de
sentirme bien. Y sentada en mi asiento con mi desconcierto observo a la
gente... Nadie se entera, nadie se mueve... o no se quieren mover. Sus miradas
de anhelo nada miran ni pueden ver.
Yo me cobijo en mis pensamientos, en los sueños detrás de mi frente, acunados por el fuerte deseo de entender. Y mientras un mundo de cuento pervive en mi mente, latiendo ardiente, la realidad parece el sueño que no puedo retener.
Me encanta.
ResponderEliminarMe alegro. Gracias por comentar aquí.
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